La vida es como una caja de
bombones, a veces algunos vienen con licor, otras veces sin él y, otras, vienen
con sorpresas. Y te pongas como te pongas no hay más remedio que vivir lo que
llega. Dicen los más antiguos y vividos: “de todo se sale”, y algo de verdad
tiene la expresión. Algunas personas reciben golpetazos que dan horror, que es
como para acabar o quitarse de en medio, pero vemos cómo pasan los años y tras
duros varapalos en los que parecen muertos vivientes, se van recuperando,
aunque sus vidas ya no son las mismas.
Sorpresa es todo aquello que no
esperas y surge de repente, ya me dirán si la vida no es un torrente de
sorpresas. La vida es la correlación de instantes nuevos aunque el contexto
pueda parecer ser el mismo. Cada instante es original, único, como cada persona,
¿no será que no hay nada que no lo sea?, ¿cómo nos atrevemos a poner puertas al
campo? ¿Sabe un pájaro, un mono, un perro o una jirafa algo acerca de Dios?,
¿se cuestionan algo sobre éste o el fin del mundo, las enfermedades o las
dietas?, ¿por qué los humanos tenemos un cerebro que nos hace preocuparnos de
tantas cosas?, ¿sabemos vivir, conocemos la vida, estamos en sintonía con
ella?, ¿qué nos hemos perdido?
Pues, ¡vaya con la caja de
bombones!... ¿comprenden ahora que las cosas se escriben sobre la marcha como
respuesta a una forma de vida mantenida durante años? Tú sigue comiendo
bombones y ya verás. Hay bombones que te enseñan a entregar tu tiempo a otros,
esto sucede cuando no queda otra y a todas las familias le llega el momento. Si
te resistes, sufres. Si te entregas eres más el otro, te sientes útil, te
sientes bien. No sé qué es lo correcto, por tanto, que cada cual haga lo que
quiera, se coma el bombón que desee o la cantidad que le apetezca, ¿quién soy
yo para regir algo en tu vida?, has de ser tú el que tome las riendas de las
mismas y tire hacia adelante.
Cuando crees que todo te sucede a
ti, llega alguien que te cuenta que a su hermano o asesinaron con una inyección
de antibióticos, imprudentemente en el torrente sanguíneo, o que su hijo
falleció cuando solo tenía quince años de un cáncer, o cuando a su madre le
quitaron la vida tras una intervención quirúrgica en la que, nuevamente en su
vida, se presentó una nueva negligencia médica. Habría que preguntarse por qué
esa persona reúne tantas situaciones adversas en su vida. Igual han
transcurrido veinte o cuarenta años de unos y otros acontecimientos, pero aún
hoy saltan las lágrimas de sus ojos al recordarlo, el dolor sigue dentro de
ella, que era hermana, madre e hija de los nombrados anteriormente, fallecidos trágicamente.
Hay bombones que son demasiados amargos, ¿no
creen?, tal vez sea mejor devolver la caja de bombones a la estantería del
hipermercado… la vida tiene situaciones duras, difíciles, complicadas y, por
supuesto, también: asequibles, divertidas y fluidas… ¡sigamos comiendo
bombones!
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