Se celebra el mundial de fútbol,
partidos en televisión al mediodía, por la tarde y casi llegada la noche.
Tiempo de olvido, tiempo en el que los problemas del mundo parecen estar resueltos,
solo hay jugadores millonarios corriendo detrás de un balón… ¡es deporte!, y en
algunos casos también es estafa a Hacienda. Sabemos de muchos jugadores que han
estafado al fisco mediante el consabido montaje de empresas pantalla para
evadir millones en publicidad, imagen o sus propios beneficios. A todos les
gusta vivir como reyes, quieren ganar miles de millones y contribuir como si
fueran simples autónomos… ¡eso es lo que sucede! Hay que cumplir con el déficit,
pero se puede gastar dinero en algo innecesario como es el show de la pelota.
Lo peor de todo es que estafan cantidades brutales por las que cualquiera
ingresaría en prisión, pero esta gente siempre es complacida con algún arreglo
o apaño, pagan algo, les ponen una sanción, pero el código penal se lo saltan
como el que está jugando al tejo.
Duele que sufriendo tanta gente
en el mundo, como consecuencia de una pobreza enorme, el show del fútbol
mundial acoja un espectáculo que dura tan poco y cuesta tanto. Duele que los
organismos mundiales se atonten con estas competiciones y otras muchas, sin
socorrer a la gente que muere de hambre, enfermedad o por violencia de algún
tipo. Duele que todos los gobiernos del mundo acepten mandar a sus jóvenes millonarios
balompedistas, y pasen tanto de auxiliar a la población deprimida que siempre
existe en cada país. Duele que el fútbol mueva tal cantidad de miles de
millones mientras existen esos vacíos y esa miseria en el mundo. Hemos debido
equivocarnos de lentes para observar la realidad, nos han debido haber colocado
los cristales mágicos y aberrantes hasta habernos acostumbrados a ver lo
distorsionado como una visión nítida y perfecta. Duele, duele y duele mucho.
Existen demasiadas competiciones
de todos los deportes para proclamarse campeones de tal o cual disciplina y de
tal o cual categoría o territorialidad; entre tanto vuelvo a dirigir mi mirada
hacia la población pobre, hacia lo que tiene importancia de verdad…, suspiro
por ella. No me sentiré aliviado, en tanto en cuanto, no atiendan con carácter
urgente a esas personas necesitadas, mientras no se liberen a esas personas del
yugo de los dictadores y de la explotación. Hay mucho por hacer, sin embargo,
los gobernantes mundiales prefieren dedicarse a sí mismos un descanso deportivo,
un deambular por palcos de estadios de fútbol, una forma de hacer relaciones
con otros mandatarios y, tal vez, cierren algún negocio o acuerdo que les lucre
a ambos intervinientes. La población y sus problemas son asuntos ajenos a esos
delirios de grandeza que sufren esas gentes que mantienen la distancia con su
ciudadanía, creyéndose estar en una nube elitista donde solo tienen cabida sus
iguales.
No hay nada contra el balón ni el
deporte, hay rabia e indignación contra la injusticia social y la marginación
que padece parte de la población mundial, mientras sus países y muchos otros se
dedican a organizar mundiales de coches, motos, bicicletas, fútbol, etc. ¿Acaso
no vale más la vida de las personas que los títulos mundiales y toda esa
parafernalia?
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