Hace unos
días, en plena crisis sanitaria, social, laboral y económica, que es lo que ha
aportado toda la problemática del virus y su feroz contagio, los partidos
políticos se han auto concedido por la obra y gracia de sus propias leyes, o
sea, con su consentimiento, la lluvia de millones de euros, en unos casos, de
cientos de miles de euros en otros, para la hucha de sus partidos políticos y,
seguramente, entenderán que se los merecen.
Es una puta
vergüenza que los políticos, que no se tocan nunca su sueldo en situaciones
críticas, sino que siempre han tenido la desfachatez de subírselos, sea cual
fuere la circunstancia exterior, sigan jugando con el dinero de todos amparados
por sus leyes, las que hacen ellos para sí, beneficiándose de lo que dictan y a
lo que obligan al pueblo sin que éste pueda defenderse al respecto, sin que la
ciudadanía puede oponerse a que perciban los partidos dinero gratis… ¡ya están
bien pagados todos los políticos!, como para tener que hacernos cargo de sus
cuevas o academias de ladrones, saqueadores y traidores al pueblo.
Es
incomprensible que estos caraduras se auto asignen el montón de dinero que se
llevan por la cara. Se montan un chiringuito, hay una ley para protección de
sus privilegios y ninguno es capaz de ponerla en tela de juicio y llevarla al
Congreso para eliminarla. Viven de las subvenciones, del empleo a dedo, de la
compra de votos mediante subvenciones de todo tipo a todo tipo de colectivos, y
ninguno habla de esto, nadie rechaza el dinero saqueado ilegítimamente a los
españoles. Ningún político se opone a empobrecer más a una España inmovilizada
industrial y comercialmente. Llega la fecha que ellos mismos tienen designada y
abren las huchas para que les lluevan los miles de euros y los millones en
otros casos, sin importarles que los autónomos tengan los negocios cerrados y
no puedan abonar sus cuotas, sin que las personas incluidas en los miles de
ERTEs que se han hecho a lo largo de toda nuestra geografía estén cobrando, a
pesar de que muchos hayan perdido sus empleos y haya muchas familias que
vuelven a no tener ninguna entrada de dinero en sus casas. A pesar de todo
ello, los políticos sinvergüenzas no se han privado de nada, de sus salarios,
de sus dietas, y también de sus subvenciones de partido por la gracia de sus
injustas leyes, que por conveniencia no modifican, cambian o, mejor, eliminan.
No estamos en tiempo de que nos chupen la sangre y ellos sí pueden hacer que el
enfermo no empeore, pero si además de enfermo se le extrae más sangre, la
anemia y la muerte es más que posible.
No se puede
conceder un par de meses sin que los negocios afectados y pequeños puedan
librarse de abonar sin haber ejercido actividad alguna. No se puede hacer
llegar ese mismo importe que se han repartido los partidos a las familias más
perjudicadas. No se puede industrializar el país para llegar a ser más autosuficientes
en el futuro. No llegaron los materiales de protección de los sanitarios a
tiempo ni eran los homologados, pueden ser todo los inútiles que quieran, que
ni dimiten, ni se les puede echar a la calle por negligentes y genocidas, pero
sí que se reparten los dineros como una gran mafia, que es lo que es para mí el
conclave político, ellos dictan como verdaderos dictadores, ellos se conceden,
ellos hacen la fumata blanca, ellos se lo guisan y ellos solo se lo comen. La
ciudadanía es presa del sistema capitalista bien respaldado por los títeres
políticos, del que estos sacan una buena tajada sin que nosotros podamos hacer
nada más que depositar una papeleta a los cuatro años. Después ellos mismos,
con su sistema corrupto y mafioso, se reparten los votos conforme a su ley injusta,
como mejor beneficia a los intereses de los más fuertes… ¡son clasistas hasta
para esto! Si el gobierno sale rana, nos aguantamos cuatro años soportando su
corrupción y sus saqueos, así como sus planes de subvenciones y compra
indirecta de votos. La ciudadanía no tiene mecanismos directos para moverles de
los sillones. La ciudadanía no puede interceder directamente, a tiempo real, en
la vida política del país. La ciudadanía no decide ni el qué, ni el cómo, ni el
cuándo. La ciudadanía tiene que acatar, le guste o no, todos los mandatos que
más convenga a la clase casposa y mafiosa política, y no vale decir que eso
sucede porque les hemos votado, sino porque los políticos no tienen vergüenza y
no trabajan para lograr lo mejor para la ciudadanía.
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