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Nunca fue la
política demasiado favorable a la ciudadanía, aunque algunos fumaron el opio de
la misma y quedaron abducidos por los grandes embustes, las falsas promesas y
los disparates que han hecho con la sociedad española. Todavía hoy son
demasiados los que han visto que su vocación es ser político, porque tal
oportunidad goza de unos privilegios sin igual en nuestra sociedad. Todos
aprenden las mismas cosas, aplaudir a los suyos aunque sean corruptos, para
proseguir siendo un ciego ideológico y un sordo de las buenas propuestas que
tengan que ofrecernos los que son de otro palo.
La política ha
caído en las profundidades del inframundo, se utilizan los modos más incívicos jamás
soñados, no hay políticos íntegros, creo que el único que nos quedaba, murió
hace un par de semanas. Los políticos, seguramente, se deben a dictados que
vienen desde más arriba, y si no lo crees, supongamos que hacen lo que quieren
sus partidos para rivalizar contra todos los demás para perpetuarse en el
poder. La vocación se les acaba en cuanto componen un modus operandi que tenga
como objetivo lo antes dicho, no dejar a los demás que accedan al poder. Lo que
quieren es poder, ser los únicos, los que estén situados más arriba, los que
dicten las normas por las que nos tendremos que regir los demás. Quieren seguir
poniendo los jueces para que la separación de poderes siga como hasta ahora,
siendo un falso espacio, una falsa distancia entre ellos y la judicatura.
Siento cierta
repugnancia por esa clase mafiosa, inoperante, cobarde e incapaz de llevar al
país hacia donde necesita, porque se han acostumbrado a coger el dinero fácil
de las subvenciones venidas de la UE, del dinero de los impuestos de los contribuyentes
y malversarlo, despilfarrarlo, pagar dos o tres veces el valor de las
adjudicaciones públicas, y con ello recolectar su parte. Se han acostumbrado al
paro estructural, a la corrupción sistémica, a ver a personas mayores y
extranjeras rebuscando comida en los contenedores de basura. Se han
acostumbrado a ver a trabajadores que son echados a la calle porque las
empresas antes subvencionadas en parte, dicen ahora no ganar lo suficiente. Se
han acostumbrado a ver a los cientos de personas que guardan cola para recibir
algo de comida en comedores sociales o en almacenes donde reparten bolsas de
comida. Se han acostumbrado a decirle a la población que se debe apretar el
cinturón, mientras hacen recortes en salarios, en sanidad, en educación, etc.,
al tiempo que ellos, los políticos, siguen su particular escalada salarial a
golpe de subidas del 25%, como poco, o de dietas innecesarias y, a veces,
ficticias.
La política se
ha subido a los hombros de la ciudadanía en un salto imposible y que nunca
debió ocurrir. No tiene lógica alguna lo que ha sucedido en la sociedad. Una
sociedad que marcha, mejor o peor, con el dinero de todos nosotros, pero que
manejan otros como mejor les conviene. Se han montado un chiringuito que lo
sostenemos con nuestro dinero, que lo trabajamos del modo que ellos nos digan,
en los horarios que nos obligan, y la tajada gorda en forma de beneficios y
vanagloria es para ellos. El poder debe ser ejercido por la ciudadanía, nos
corresponde, nadie debe decidir por nosotros. Sin embargo, Felipe González, con
tal de meternos en la Comunidad Europea de entonces, traicionó al pueblo
español, desmantelando industrias, comercios y paralizando la producción agrícola,
ganadera y pesquera. ¡Díganme cómo se está trabajando por el bien de los
españoles haciendo eso!
Los políticos
abogan siempre por la unión, dicen que estar solos no tiene sentido en un mundo
global, pero ellos no se entienden con el vecino de otro partido, son incapaces
de hablar como personas civilizadas y mostrar ambas partes que lo que les
importa es el bienestar de la población. Discuten, se insultan, tratan de
deslucir la imagen del otro, no colaboran en nada, pugnan por el poder todo el
tiempo, ¿a dónde nos llevan esas alocadas personas? Hay una ausencia de
humanidad en el desarrollo de la actividad política, ¿qué se puede esperar de
un material humano tan deficiente?
Presuntamente,
un juez, un Ministro de Interior, sabiendo que el coronavirus asediaba a la población,
era algo ya conocido y peligroso, así lo habían comunicado desde la OMS, ¿por
qué el personaje es capaz de destituir a medio cuerpo de la Guardia Civil, con
tal de no admitir su culpabilidad, su responsabilidad? El fondo de los asuntos
no nos llegamos a enterar porque ya se guardan mucho de no decir ni una sola
verdad plena, todo lo expresan adulterado, contaminado, tergiversado, en puro
lenguaje político de ocultación de hechos y desvío de responsabilidades.
No disfruto
nada expresándome apesadumbradamente, quisiera estar hablando de colaboración
de ilusión por crecer, por avanzar, por dar soluciones a los que peor lo pasan,
a los que menos tienen. Hablar de una política honesta, de la gente para la
gente, que persiga la solución de los problemas, que hable para proponer y para
sugerir. Eso quisiera, hablar de políticos humanos, de políticos que se
consideren iguales a sus compatriotas, que les importen, que quieran para ellos
todo lo bueno que desean para sí mismos. Políticos que deseen hacer de España
un país próspero al margen del juego macabro del dinero… ¡antes las personas,
después el negocio!
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