Imagen: www.lasexta.com
Por cuarto día
consecutivo los vecinos del barrio de Salamanca de Madrid han ocupado la calle,
se han aglomerado para protestar contra el Gobierno, han lucido su ideología
roja y gualda, sus canticos franquistas, su perfil militar del color de muchas
mascarillas y, cómo no, se libran del cumplimiento de la ley, y de que las
fuerzas del orden público no hagan distinciones entre manifestaciones de ricos
y manifestaciones de pobres.
Un día más se
pueden saltar las normas del estado de alarma sin que acudan las fuerzas del
orden, sabedoras de lo que allí se cuece, a poner a cada uno en su sitio,
sancionarles y obligarles a deponer su actitud, como hemos podido ver en
imágenes de los informativos cuando una sola corredora, mujer, sin estar
rodeada de nadie, ha sido sorprendida saltándose el horario para hacer deporte
y le han obligado por la fuerza a deponer su actitud deportista, incluso
tirándola al suelo, inmovilizándola, etc., pero siempre ha habido ricos y
pobres.
Hay que
recordarle a las fuerzas del orden que en el barrio de Salamanca, a pesar de
que puedan vivir muchos mandos militares, de la guardia civil, y de que le
aplaudan sobremanera, se deben a su trabajo, que no es otro que velar por la
seguridad de la ciudadanía y hacer cumplir la ley; y que cuando son de un bando
o de otro los infractores, todos deben ser tratados igual de bien, o igual de
mal, para que se me pueda entender. Lo que no es de recibo, es que a la
población humilde, trabajadora y de tendencia de izquierda, se le pueda apalear
en cada una de sus manifestaciones o reivindicaciones cuando se le antoje a
algún mando policial o al político de turno, y a los del barrio de Salamanca
haya que permitirles hacer lo que quieran, aun saltándose las normas o las
leyes. O todos moros, o todos cristianos.
Durante toda
la vida, los militares, la policía y la guardia civil, han sido muy de la
banderita, pero el trabajo es el trabajo y no se puede mirar hacia un lado
cuando el caco lleve banderita. Aquí no se trata de españolidad, se trata de
respeto a las normas, no de exclusividad acrecentada por la inactividad las
fuerzas del orden, evidentemente, propiciada por el cargo policial o político
de turno. ¿Acaso hemos de pensar que a los pobres se les pueden apalear como
algunos apalean a sus animales?, ¿alguien cree que un rico y un pobre se
diferencian en algo orgánicamente, que los moretones, el dolor o la pérdida de
un ojo, o el sangrado de una brecha en la cabeza, no es lo mismo en un rico que
en un pobre? ¡Dejemos de abrir las brechas que las pésimas políticas han
provocado en la sociedad! Estamos, ni más ni menos, en el lugar ideológico y frentista,
que han propiciado los gobiernos que han existido en este puñetero país de
banderitas y signos que no dan de comer a nadie, sino a los partidos y, por ende,
a los políticos. ¡Que no nos sigan engañando!, cuanto más lejos estén los políticos
del pueblo, mejor para toda la ciudadanía. El objetivo político es la lucha por
perpetuarse en el poder y moldear la sociedad conforme a sus intereses, por lo
general, condenados a las presiones de los poderosos.
La economía se
hunde, es cierto, pero ninguno de los que hacen la cacerolada está en el
Gobierno. Ninguno tiene la responsabilidad o irresponsabilidad de hacer un
decreto con el que nos vaya a todos, o muy bien, o todo lo contrario. Ninguno
siente el peso de sus decisiones, miren si no las sienten, que en evitación de
poder contagiar o ser contagiados, se aglomeran y que sea lo que tenga que ser de
las consecuencias de sus actos. Sencillamente son unos irresponsables. Todos
queremos sentirnos libres, a nadie creo que le guste que el gobierno le tenga
pisado el cuello, esta situación no nos gusta a casi nadie, y todos sabemos del
daño que sufre la economía, pues cambiemos el sistema, que no tengamos que
servir al señor don dinero… ¡hay formas! Es una transformación drástica y
acabaría, precisamente, con que haya un barrio de Salamanca y un barrio Entrevías,
lo cual no haría ninguna gracia a los de las cacerolas en la calle.
Todas las
personas tenemos derecho a vivir dignamente con nuestro trabajo. Una sociedad
justa procuraría trabajo para todas las personas en edad de trabajar. Un
Gobierno honesto no mermaría recursos públicos en su beneficio o de sus amigos.
Una policía obedecería órdenes cuando el peligro es real e inminente, no cuando
sus jefes pretendan dar una lección a unos y no a otros de su mismo estrato
social.
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