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A esta
pregunta es difícil contestar, puesto que cuando un presidente de gobierno se
ve en el compromiso de elegir a los componentes del mismo, tiene que empezar a
barajar a cantidad de militantes que llevan sirviendo al partido cantidad de
años, pues como sabemos, muchos de los políticos no han hecho otra cosa que
servir a su partido, no han trabajado en ninguna empresa pública o privada.
Si repasamos
la biografía de los miembros de la actual composición de gobierno, podremos
darnos cuenta que hay personas con formación nada acorde con los cargos de los
que son responsables, parcelas de la vida de las que no saben nada, pero que
son las cabezas visibles, por la gracia de la designación a dedo de un
presidente que se ve obligado a darle el cargo por los motivos expuestos
anteriormente.
La señora
Margarita Robles es licenciada en derecho y su cargo es Ministra de Defensa,
habría que preguntarse si no hay militares con experiencia y formación
pertinente para ocupar dicho cargo.
La señora
María Jesús Montero es licenciada en medicina y cirugía, y su cargo es Ministra
de Hacienda, ¿no es más propio que un economista ocupase dicho cargo? Y, tal
vez, ella pasara a llevar el Ministerio de Sanidad.
El señor José
Luis Ábalos es diplomado en magisterio, maestro de primaria, ha llevado Fomento
y ahora es el Ministro de Transporte, ¿no hay ingenieros más capacitados e
idóneos para el puesto?
El señor Luis
Planas Puchades es licenciado en derecho y le asignan el cargo de Ministro de
agricultura, pesca y alimentación, ¿no es más propio el cargo para un Ingeniero
agrónomo, incluso un veterinario?
El señor José
Manuel Rodríguez es licenciado en derecho y lo ponen al frente del Ministerio
de cultura y deporte, estamos en el mismo caso, ¿en el país no hay nadie más
preparado y relacionado con el espectáculo o el deporte, que este señor?
Por último, el
señor Salvador Illa, licenciado en economía y filosofía, le dan el Ministerio
de sanidad, ¿no hay doctores en medicina, investigadores relacionados con el
área sanitaria, que sepan más que este señor de enfermedades, gestión de
hospitales y centros de salud?
Hay un dicho
antiguo que dice: Zapatero a tus zapatos. Ese saber de toda la vida no se
cumple cuando ves las elecciones que hacen los presidentes de los gobiernos, que
por cierto hay un trabajo muy bonito por hacer, buscar cada uno de los
gobiernos de traidores que hemos tenido y comprobar a qué zorro nos pusieron al
cuidado de las gallinas. Si supiéramos todo lo que esos traidores nos han
hecho, cuánto han vendido de lo público, cuánto han despilfarrado, en cuánto
nos han traicionado, los pasaríamos, sin dudarlo, por la guillotina.
¡Qué lástima
de España y de los españoles!, ¡cómo nos han empobrecido!, y todo lo hicieron
por intereses particulares y de sus partidos. Todos han mirado para otro sitio,
en contadas ocasiones lo hacen para la ciudadanía, y cuando lo hacen es para
callarnos la boca, nos lanzan las migajas de pan para calmarnos. La corrupción
continuada tiene nombres y apellidos, todos los gobiernos tienen manchadas sus
manos, han movido dinero negro, han legislado al margen de los intereses y el
bienestar de la ciudadanía. Todos han sabido ir dando varias de cal y una de
arena. Todos se retiran ricos, ¿cómo lo hacen, mientras el pueblo se empobrece,
tiene peores condiciones laborales, sigue el desempleo y la deuda pública
crece?
Se legislan
sus salarios de cinco mil euros entre lo que es salario de diputado y dietas,
más todo aquello de lo que no nos dicen. Al mismo tiempo, el salario base para
la gente trabajadora, con mucho esfuerzo se ha situado sobre los novecientos
euros. Se legislan subvenciones de partido, que las acaban de pillar sin que
nosotros, los ciudadanos las aprobemos o podamos decir algo al respecto. Se
asignan sus dietas por vivienda de casi dos mil euros al mes, a pesar de que
muchos tengan segundas viviendas en Madrid. Hay que acabar con esta autonomía
de poder auto concedida que se han dado los políticos. Los políticos han de
pasar a ser meros gestores de lo que decidan los ciudadanos, sin poder alguno
para hacer o deshacer, si lo quieren y si no que se queden en sus casas. Debemos
llegar a conseguir tener el poder y hacer valer aquello de que la soberanía
reside en el pueblo, ¡pero que sea verdad!
La ciudadanía
debe tener el poder de dictar las normas, no digamos de quitar de inmediato a
los traidores de los puestos significativos y sensibles de la vida política y
gubernamental.
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