Caminamos y
vas contándome cosas, hablas de diferentes temas y de cuando en cuando dices
que hable un poco, que no se me escucha. Tomo la palabra pero en seguida me
interrumpes y vuelves a la carga, coges tu retahíla y bla, bla…., solo quieres
escucharte a ti mismo, así que callo y ando a tu lado, te escucho porque es
interesante lo que dices pero no me invites más a hablar si no me dejas
hacerlo.
Durante la
conversación me interpelas y sin haber contestado apostillas como si llegaras a
una conclusión, o sea que preguntas y te imaginas mi respuesta, colocándome
donde mejor te apetece. Esta persona es mayor y le respeto, le sigo el juego,
le acompaño y paseamos juntos, aunque él es el que habla casi siempre, acapara
la palabra como si estuviera dando los conceptos exactos de cuanto habla, así
que prefiero no convertir el paseo en una confrontación y un gasto absurdo de
energías.
Dice: “no
hablas, hablas poco” y le digo que es así que últimamente prefiero escuchar,
que hablo poco y que es posible que hable menos en el futuro. Trato de ser consciente
del paseo, sentir que estoy andando, ser también consciente del acompañante,
tratar de comprender cuanto dice, estar atento al momento, bueno es como un
juego y a mi me gusta. Me gusta estar atento a mi mente y la observo mientras
ando y escucho, miro si se produce algún pensamiento, si no, si se relaja, si
quisiera impulsar una intervención, analizo si merece la pena decir en ese
momento aquello que ha fabricado y, en definitiva, vivo una sensación de un
cierto control que me agrada.
Cuando alguien
está muy convencido de algo y lo expone, lo que menos desea es que otro venga a
tumbarle su creencia, así que prefiero dar unas pinceladas, trato de colorear
un poco y espero la respuesta del acompañante. Si acepta o parece que ve algo
que antes no veía, continúo, doy un poco más, pero si hay reacción a la
defensiva voy retirándome despacio y sin hacer ruido; eso significa que el
pensamiento o convencimiento de la otra persona está bien enraizado y vamos a
chocar, después de haber hecho algunos intentos o incursiones en el tema, me
retiro, me alejo lentamente. No quiero discutir si la otra persona no muestra
apertura y prefiere mantener su idea contra viento y marea. A veces, se da el
dialogo y es la otra persona la que logra mostrarme un aspecto que yo no veía,
esto también es frecuente, entonces escucho, trato de comprender, doy un pasito
atrás e incorporo lo aprendido.
No tengo más
remedio que mantener una conducta abierta y humilde, porque los demás no son
tontos, cada cual tiene sus experiencias y sus conocimientos, así que me
preparo para aprender de todas las personas con las que comparto mi tiempo.
Muchas veces
soy imprudente cuando hablo, por eso mismo, porque digo cosas que el otro no
desea oír, prefiero callar, lo intento siempre que puedo. En muchas ocasiones
el otro no comprende como se dicen las cosas y se crea un conflicto.
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