Las armas para
ser competitivos quieren fundamentarlas, forzosamente, en la reducción de
salarios y en más horas trabajadas, de paso, en el acercamiento al despido
libre y a la precariedad de los contratos de trabajo. Sin embargo, los científicos,
los investigadores o los ingenieros, se van de España porque no se les puede
pagar, debido a que se reduce el presupuesto en investigación. Vamos,
directamente, a la España de los camareros, al recreo al sol de los países más
poderosos y a contentarnos con las migajas de las propinas que nos quieran dar.
En el tema
industrial nos ha ganado la partida China, como a casi todo el mundo y, los
empresarios se han acostumbrado a ser mediadores en las transacciones
comerciales, les es más rentable esta función y que otros sean los que
fabriquen. Muchos artículos que compramos en centros comerciales de prestigio y
grandes almacenes conocidos, han sido fabricados en China y sus alrededores; de
esta forma estamos colaborando a que las condiciones injustas de trabajo de ese
país y otros semejantes, se perpetúe para desgracia de aquellos ciudadanos.
La
globalización es culpable de que todo se pueda vender en todos los lugares del
mundo, y digo culpable, porque ha traído todo esta sinrazón de precios
inalcanzables para las industrias de países donde se respetan los derechos de
las personas y los salarios son dignos. No hay forma de competir con ellos,
tendríamos que volver a poner aranceles a los productos procedentes del
exterior y, justo en ese momento, nos habremos cargado de un plumazo la
globalización.
Si gran parte
de la industria no es capaz de colocar en el mercado sus productos porque son
muchos más caros que los procedentes de China, y tienen unos costes superiores
a los de su competencia; esa industria está condenada a la desaparición. Si es
eso lo que pretendemos en el mundo occidental, hemos acertado de pleno, pero ya
me dirán dónde vamos a trabajar los occidentales. Por otro lado, tenemos
recursos como el de las energías alternativas, que por nuestra climatología
podíamos ser punteros en el mundo, pero el Gobierno no deja de frenarlas y
gravarlas con impuestos para que no vaya más allá de su mera presencia. No le
permite que se desarrolle porque compite con las eléctricas y, como todos
sabemos, están protegidas por los Gobiernos por ser el destino de sus altos
cargos una vez se retiran de sus funciones públicas.
Existe
tecnología suficiente para crear un mundo mejor y más competitivo, por no
apartarme del contexto, podríamos destacar en producción eléctrica a través de
sistemas limpios y alternativos. Podríamos movernos con vehículos alimentados eléctricamente,
con hidrogeno obtenido de la electrolisis del agua, pero volvemos a encontrarnos
con los intereses privados, los impuestos que se recaudan por la venta de carburantes,
las presiones de los fabricantes de automóviles y la de los países productores
de petróleo. Entre unos y otros, el progreso está retenido.
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