Apelo al
corazón porque de él me fio. Apelo al corazón porque del pecho brota el amor y
la felicidad completa, aquella que no necesita de nada más, la que no espera
aplausos, reconocimientos o desaprobación. Es lo que es, sin más calificativos
ni clasificaciones. Apelo al corazón porque de él siempre nacen las cosas más
hermosas que soy capaz de ofrecer a los demás. Apelo al corazón porque es el
motor de la alegría de mi vida, es la referencia, él mantiene el rumbo que me
ayuda a transitar por los laberintos de la incomprensión humana.
Estoy aquí
tratando de ser yo y sentir a la humanidad, porque yo soy la humanidad igual
que tú. Estoy tratando de que mi corazón sonría a toda la humanidad, pero
también llora por parte de la misma, por los más necesitados, por los que
sufren, por los que tienen unas condiciones de vida muy difíciles. Estoy aquí,
tratando de ser un ser humano, de sentirme humano; tratando de fabricar un
pensamiento que alcance a todos los que no saben o no han aprendido, y hacen
daño a otros, para que cesen las hostilidades de cualquier tipo.
Una sociedad
mejor es posible, un mundo mejor es posible, y los responsables de construirlo
somos nosotros. No busquemos fuera lo que tenemos que remediar dentro de cada
uno de nosotros. Nuestros corazones son radiadores de amor mediatizados por
nuestros pensamientos, y debemos saber bajar al corazón para sentir ese amor
incondicional por la vida, por el prójimo, por el progreso bien entendido, por
las cosas sencillas, etc. No me voy a dar por vencido, no quiero rendirme y no
lo haré. No importa cuanto error circule por las calles o por el aire, porque
sé que todo va a cambiar, todo tiene que cambiar, algo diferente tiene que ser,
la inteligencia de la humanidad no puede seguir secuestrada por más tiempo.
Lo hermoso, lo
alegre, lo sencillo y las ganas de vivir bajan como torrenciales de aguas
bravas y libres. Es por eso que, irremediablemente, nada ni nadie puede parar
tal emoción, tal radiación de energía. Estamos en marcha, nunca estuvimos
parados, aunque estuviéramos dando vueltas, describiendo círculos. Ahora
volvemos a caminar, este día, cada día, todos los días, hacia nosotros mismos.
No hay otro viaje más interesante ni más apasionante, que el viaje hacia el
centro cósmico que somos, hacia la estrella fugaz que transita esta existencia
con forma humana. Todo lo mágico y lo divino ya lo somos. Nosotros somos eso, a
pesar de que estemos distraídos a veces.
Recurre a tu
corazón, vuelve a él, míralo, refúgiate en él, siente, expándete y ama. No
espere nada a cambio, no le pidas nada a nadie, respeta la libertad de los
demás para hacer lo que ellos sientan que deben hacer. Eso no te ha de importar
a ti. Eres grande, mucho más de lo que te imaginas. Eres fuerte, mucho más de
lo que puedas llegar a pensar. Eres amor y no puedes seguir negándolo. Construye,
para que los que no lo hacen se den cuenta. Ama, para que otros aprendan.
Respeta, para que exista un camino por el que transitar. Ayuda a los que te
puedan necesitar. Mira dentro, para que nunca más te puedas perder. Si hay
llanto, ahí dentro, deja que se libere como expresión de tu amor. Perdónate y
perdona a los demás porque es la única forma de volver a reunirnos, para
retomar la senda de la vida.
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