Me pregunto: ¿por
qué hay que cuidarse de lo que se mete en la cesta de la compra?, ¿no debiera
haber, detrás de las industrias alimentarias, personas que deban conocer cómo
afecta a la salud las sustancias o productos que se le añaden a los alimentos?,
¿por qué hemos creado un mundo así?
Los alimentos
no están hechos para que duren tanto tiempo, incluso en los frigoríficos, por
lo que se les alarga el aparente buen estado mediante el consumo obligado de
sustancias ajenas a los alimentos. Sustancias que, diariamente, pasan a
nuestros organismos careciendo de cualquier valor nutritivo, teniéndolas que ingerir
queramos o no.
Estamos en la
era de los alimentos precocinados, semielaborados, enlatados, embolsados,
manipulados o alterados. Se han impuestos las técnicas artificiales,
industriales y contaminantes, añadiendo cantidad de sustancias químicas, la mayoría
de ellas, a los alimentos que consumimos. Nos han hecho creer que no pasa nada,
pues dichas materias se añaden en tan pequeñas dosis, que resultan inocuas para
nuestra salud. Eso es lo que dicen los que las añaden y los laboratorios
pagados por los mismos. ¿Son bien recibidos esos productos añadidos a los
alimentos por nuestro hígado, páncreas y riñones? Nombro a estos órganos como
aquellos que más directamente se relacionan con lo que ingerimos, por su
función de filtro o corrector de niveles en nuestro cuerpo. ¿Serán tan inofensivos
a la larga?, ¿se eliminan o se acumulan en nuestro organismo? Hay demasiadas incógnitas
por resolver, pero nunca sabremos la verdad, a menos que laboratorios
totalmente independientes investiguen, realicen estudios y los den a conocer. Pero,
hoy en día, el tiempo es oro para las industrias y si no paga alguien, no van a
emplear tiempo en ello. Y casi siempre que paga alguien, es alguien implicado y
con intereses en la causa a investigar; lo que hará que se vuelque la
investigación, o más bien los resultados, hacia los terrenos aparentemente
favorables y, por tanto, engañadizos para el público en general.
Algunos han
convertido esta existencia en un doble de plástico, todo o casi todo es
artificial o, sencillamente, es mentira. Hay cantidad de aspectos del día a día
que resultan, simplemente, una burda suplantación o manipulación de lo que
debería ser. Los intereses económicos han barrido el carácter humano de la
sociedad. Se ha desplegado una hoja de ruta, ya que está tan de moda el
término, despiadada, cruel, sanguinaria, explotadora, beligerante, agresiva y
deshumanizadora. Los artistas del dinero han desnudado a la sociedad, le han despojado
de lo auténtico, a sabiendas. Añaden “mierda”, adulteran ex profeso, hay un uso
abusivo de sustancias químicas en general: agricultura, fabricación de
alimentos y bebidas, plásticos, tejidos, calzados, etc. Nos rodea lo que no es
natural, lo que no sirve para nada, lo que puede ser peligroso, pero que sin
embargo es permitido por los organismos institucionales, que se convierten en cómplices
necesarios para que se extienda el uso de sustancias artificiales o peligrosas.
Estamos en
manos de desaprensivos que solo tienen
una mirada a corto plazo, y en la que prima el enriquecimiento. El dinero
siempre subyace en el fondo de toda relación comercial, pero no el deseo de la
supervivencia sino de la opulencia individual de ciertos individuos. No el
reparto de la riqueza mejor distribuida entre todos los habitantes del Planeta,
sino el poder de ciertas multinacionales sobre los Gobiernos del mundo.
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