Acabo de leer
un artículo que se titulaba: ¿Por qué la cuota del coche eléctrico en Noruega
es del 17%, y en España es solo del 0,22%? Me llama la atención que rápidamente
se produce un giro hacia el Gobierno, demandándole subvencionar la compra de
este tipo de vehículos. Esto me ha hecho pensar en lo siguiente: Cada vez que
se ofertan planes de bonificación por la compra de coches, ya que es el caso
que nos ocupa, no caemos en la cuenta que al final resulta una ayuda a los
empresarios. Por un lado, a los que se dedican a la construcción de automóviles
que aumentan las ventas, pero por otro lado, resulta una ayuda subrepticia a
los empresarios en general, que no abonan salarios adecuados o decentes y, por
supuesto, insuficientes para que podamos pagar las mensualidades de los
créditos que financian las compras.
El artículo
hablaba de que no tenemos igual red de puntos de recargas y, además, tampoco
tenemos el mismo poder adquisitivo que los Noruegos; pues ya está dicho todo.
Quiere esto decir que nuestro país no ha elaborado un plan de infraestructuras
necesarias para el masivo uso de vehículos eléctricos, ni los trabajadores
españoles estamos en condiciones de hacer fiestas o tirar cohetes. Pero llegado
a este punto, retorno sobre el capitulo tan recurrido de las subvenciones tan
reclamadas por los fabricantes de coches. ¿Por qué tenemos que pagar, entre
todos, las bonificaciones o incentivos, a aquellos que quieren o pueden
comprarse un coche de estas características, o de las que sea?
Creo que
debemos cerrar el grifo de ayuda a los que sí pueden pagar o tienen dinero para
realizar compras. Los que no tienen nada o casi nada, no pueden ni siquiera
soñar con hacerlo, así que no van ser beneficiados con nada. No podemos seguir
alimentando a los que pueden. No podemos seguir subvencionando a los partidos
políticos ni a los sindicatos. No podemos subvencionar a la Iglesia. No podemos
hacer la vista gorda con los que hacen ingeniería fiscal para no pagar lo que
pagamos los demás. No podemos amnistiar a los tramposos y premiarles con una
tributación del 2,9% del dinero blanqueado, cuando al resto de la ciudadanía lo
tiene que hacer al 45%. Todas esas diferencias, que tan alegremente el Estado
perdona a ciertos sectores de población, seguramente hacen falta para ayudar a
las capas más desfavorecidas.
Por último,
quiero poner sobre la mesa una idea que me ronda desde hace tiempo, a la vista
del precio que tienen los vehículos eléctricos; promover la creación de
empresas especializadas en transformar coches de combustión interna, en
vehículos eléctricos. Adaptar la legislación para que esta industria del sector
de la automoción, y este tipo de negocio, fueran posibles. Es cierto que los
vehículos eléctricos son cómodos de conducir, carecen de cambios de marchas
clásicos o de embragues, y requieren muy poco mantenimiento. Cada día se
investiga más en los materiales que se integran en las baterías, y se augura un
futuro con la utilización de las baterías de grafeno, que permitirán una gran
autonomía y cargas súper rápidas. Claro, que con todas estas expectativas, los
talleres y servicios técnicos del automóvil no estarán muy contentos.
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