Sigo siendo un
soñador, continúo pensando que las personas tenemos el deber de crear una
sociedad más racional, a la vez que más consciente y amorosa. Esa sociedad debe
ser más justa con todos, dando las facilidades para que todos nos desarrollemos
y nos desenvolvamos dignamente. Una sociedad mejor es posible, y es nuestro
deber pelear cada día para que se transforme la actual, que se muestra
decadente y obsoleta, amañada y vergonzosamente dirigida hacia fines concretos,
que poco o nada interesan a las personas que nos ha tocado vivir en ella.
Pienso en los
demás, me importan sus vidas, tal como me importa la mía, y no les deseo nada
que no quiera para mí. Solo entiendo esta existencia de esta manera,
proporcional y justa para todos. Lo que tengamos, que sea repartido, que todos
podamos coger un trocito de la tarta, y que nos sintamos felices cada día. Que
generemos pensamientos positivos y seamos solidarios, generosos, responsables
de nuestras vidas y respetuosos con todos los demás. Es un error, desde mi
punto de vista y mi sentir, creerse aislado o independiente del resto de los
humanos. Somos una misma corriente de energía asistiéndonos a todos en esencia.
Somos lo mismo, así que lo primero es darse cuenta, para seguir la dirección de
la vida, para fluir con ella, no para destruir ni ir todo el día contra
corriente. Debemos aprender a aceptar, y eso es más fácil cuando se está seguro
de vivir lo que nos corresponde vivir por naturaleza, y no por acciones
desproporcionadas, violentas, agresivas, que se apartan del fondo de amor,
inteligencia y energía que somos.
Soy un soñador
por que estoy convencido de que las personas se pueden transformar, pueden
cambiar, se pueden pulir y hacerse conscientes, vivir más plenamente, pudiendo
conseguir la paz interior y viviendo en el amor. Sé que algunos dicen que tal
estado no es posible, o solo se puede vivir ciertos periodos cortos de tiempo,
quizá segundos; pero yo les digo que estamos equivocados, que hay un centro en
nosotros, que cuando lo ocupamos y vivimos desde allí, siendo lo más profundo
que somos, emana esa paz y ese amor al que me vengo refiriendo. Y es así,
porque en el fondo, en esencia, eso es lo que somos.
Podemos
estudiar, y eso está muy bien. Podemos buscar tal o cual trabajo, y eso está
muy bien. Todo puede estar muy bien, siempre que no nos olvidemos de nosotros
mismos, de quienes somos, y no dejemos de mirar dentro una y otra vez con la
intención de ser, cada día más, nosotros. Esto que parece un juego de palabras
bonitas, no es solo eso, sino la invitación a ser, puesto que la educación que
recibimos es ignorante de todo esto y, por tanto, no incorpora nada que nos de
una llamada de atención. En nuestro sistema educativo no hay aldabonazos que
nos hagan despertar, solo hay materias que aprender y memorizar. Nuestro
aprendizaje es tosco y rudimentario. Aprendemos por temor a las calificaciones,
atiborrándonos de datos que son memorizados, principalmente, para aprobar el
día del examen; posteriormente, se van olvidando.
En nuestra
materia educativa tendrían que estar presentes los maestros espirituales, para
impregnarnos de su sabiduría, para practicar sus danzas, sus ejercicios de
respiración, meditación, etc., que incrementan nuestra conciencia.
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