Si lo miramos bien, muchas de las
noticias que ofrecen en los telediarios nacionales para qué sirven al que las
escucha. Por ejemplo: Si en Mallorca se mata alguien haciendo un salto a la
piscina desde el balcón de su habitación de hotel. Si alguien atraca un banco.
Si una ladera de tierra se viene abajo y sepulta a un poblado en la otra punta
del Planeta. Si alguien se queda dormido al volante y tiene un accidente. Si
alguien drogado o con la tasa de alcohol arrolla con su vehículo a un ciclista
o a un peatón que se disponía a cruzar por un paso de peatones. Si se produce
una revuelta en una prisión o si alguien entra en un instituto y mata a una decena
de alumnos y profesores. Podríamos seguir hasta completar varios folios, porque
esta es la tónica de la noticias, diríamos del ochenta por ciento de los
telediarios del país, bueno, más algunos casos de corrupción. De toda esta
negatividad difundida gratuitamente y absorbida a diario por las personas que
pretenden estar informada, qué aprendemos, qué hace en el interior de nuestras
mentes y nuestros cuerpos, qué persigue un sumario así. ¿No hay noticias sin
morbo, edificantes, constructivas, positivas, esperanzadoras?, ¿por qué no se
obvia toda esa basura?, ¿hay un interés oculto de mantener a la población
preocupada y temerosa?
Hace años, cuando yo era un
chaval, en los kioscos de prensa vendían un periódico que se llamaba El Caso,
dónde recogían todo tipo de desgracias, crímenes, desapariciones, etc., pues
los telediarios cada día se le asemejan más, parece que solo vende el morbo, la
carnaza de lo negativo para que haga una buena fermentación del mal en la mente
de la gente. Las desgracias, que como muchos dicen vienen solas, interesan a
los afectados y a sus familias, que les ha tocado la mala fortuna y no les
queda más remedio que hacer su duelo personal, pero al resto de la gente no nos
aporta nada, lo sentimos, sentimos que ocurran sucesos negativos y luctuosos,
pero no podemos hacer nada para revertir la situación. Evidentemente, los
telediarios tienen unas directrices marcadas por el poder, con una intención
determinada y es lo que hacen un día y otro, repartir problemas, sucesos, tragedia…
servir la ración de morbo a la población. Son todo un ejemplo del dicho: tirar
la piedra y esconder la mano. Reparten la desgracia, la negatividad y el
pesimismo… ahí va, ahí lo lleváis, que cada uno lo digiera como mejor pueda,
pero el periodista dice solo ofrecer la noticia, no se moja, no opina, se han
convertido en meros repetidores que emiten para el resto de antenas del país,
que son nuestras cabezas.
Se echa de menos una televisión
constructiva, formativa, educativa, positiva, que abra expectativas, que de
luz, que motive a la población. Una televisión que esté por y para la
ciudadanía y, no tanto, como puro negocio, que es como están todas. Los
espacios cortados por mensajes publicitarios que son interminables, alargando
las emisiones una hora más de su contenido real. Después de todo en las cadenas
privadas estaría más justificado, pero lo que chorrea sangre es que también sean
así algunas cadenas públicas.
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