Estoy seguro que igual que a mí o
a cualquier otra persona se nos ocurren soluciones a problemas sociales,
también se les pueden ocurrir a los políticos en general o a los que componen
el Gobierno, en particular. El problema es expresar dichas soluciones, proponerlas,
aprobarlas y, mejor aún, ejecutarlas. No es creíble que hayan pasado tantos
años, se hayan repetido tantos comportamientos indeseables y sigamos
arrastrando las consecuencias de tantos miserables.
Estoy convencido que todo pasa
por el rigor de un código de leyes muy serias, sin equívocos en su
interpretación, más bien diría que habría que redactarlas sin que hubiera lugar a ninguna
duda, tal como si su texto tuviera que comprenderlo las personas mayores; de
esa manera se evita el error de la interpretación del juez, sino que la ley
dice lo que dice, porque estaría bien claro. A la ley actual le falta
contundencia, esa contundencia que solo podría dictar cualquier ciudadano o
ciudadana, cabreado con el sistema, harto de que le roben y, al mismo tiempo,
guardando la distancia propia de no tener más interés en el asunto que condenar
a los delincuentes, sean quienes sean y ocupen el cargo que ocupen. La ley
actual tiene grietas por donde escapan los mafiosos del país, que hay muchos,
casi en cada Institución, nos damos cuenta que hay varias decenas de ellos que
se compinchan para mal llevar la gestión propia del departamento, sacando
negocios oscuros que devengan beneficios que van a parar a cuentas en paraísos
fiscales o en maletines en altillos, debajo de un colchón o pagando ilegalmente
campañas electorales, sedes de partidos, etc.
En España hay que poner orden
antes de que sea demasiado tarde, pues no solo nos han robado cantidad de miles
de millones de euros, sino que tenemos que responder para pagar los dineros
concedidos por Europa hasta haber duplicado la deuda pública que había en
tiempos de Zapatero, además de haberse chupado la hucha de las pensiones que se
la dejaron los socialistas, creo que con casi setenta mil millones de euros.
¿Quiero decir con esto que son mejores unos que otros?, ¡no!, no quiero decir esto,
todos han tenido sus buenos años gobernando, en ocasiones con mayorías absolutas
y no fueron capaces de abordar los problemas yendo a la raíz de los mismos.
Cuando pudieron no gobernaron para redactar las leyes necesarias para acabar
con la mafia y la corrupción, con el bandidaje y el saqueo continuado a lo
público. Por eso, no vamos a admitir el “buenismo” de algunos, porque cuando
pudieron hacerlo bien y terminar con el abuso, no lo hicieron. Como ciudadano
da coraje, porque el tiempo pasa y es irrecuperable, las cosas empeoran y, después,
costará más enderezarlas. Las desigualdades se acentúan y las leyes siguen
restando derechos a los más pobres, al tiempo que facilita la vida a los que
más tienen… es un sentir generalizado a la vista de los hechos de los últimos
años: los pobres se han convertido en más pobres y, los ricos son ahora más
ricos, incluso han aprovechado la crisis algunos para ser ricos o serlo más. A
pesar de todo ese descalabro esbozado a lo largo del escrito, tenemos un
Presidente del Gobierno que todo lo que se le ocurre decir es: “Cuanto peor
mejor para todos y cuanto peor para todos mejor, mejor para mí, el suyo
beneficio político”. Así es difícil sacar a un país para adelante.
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