Estamos en tiempos de vacaciones
y las personas se disponen a hacer las maletas para vivir una corta temporada
en otro lugar del Planeta. Los desplazamientos por tierra, mar y aire se acrecientan,
también las reservas en hoteles, los alquileres de vehículos, las entradas a
monumentos y museos, etc.
Hay muchas personas que tienen
que hacer algo diferente a lo que hacen el resto del año, pues de lo contrario,
no son vacaciones para ellas. Yo me pregunto: si estoy bien aquí y mi objetivo
es estar bien, sentirme bien, y aquí lo estoy, qué necesidad tengo de
desplazarme. Es tal vez un argumento un poco débil al que se le replica
fácilmente: por conocer otras cosas, otros lugares del mundo, otra gente, etc.
Tal vez lleven razón todos los que se expresen así, pero no es una demanda en
mí. Viajar me resulta incómodo, hacer la maleta, moverte tirando de ella,
correr para tomar el medio de transporte, la tensión de estar sujeto a un
horario determinado, los diferentes trámites: facturar, embarcar, guardar cola,
el registro de seguridad, etc. Todo esto no me gusta, soy bastante sedentario,
me gusta mi entorno, mi casa, mi barrio, mi familia, mis vecinos, mi pueblo y
mi ciudad. Lo que sí haría es ir a vivir a cualquiera de esos lugares tan paradisiacos,
hermosos y salvajemente naturales. Haría las maletas una sola vez para ir a
instalarme en cualquiera de ellos, ¿cómo no va a gustarme esos lugares de
ensueños, esos parajes tan frondosos, montañosos, con lagos, cascadas de agua,
verde, piedra, medio selváticos?, ¡claro que me encantan! Me gusta la
tranquilidad, la necesito, la busco, rehúyo de las aglomeraciones, del rotundo
murmullo incesante de una ciudad, conversaciones en voz alta, tubos de escape
explosivos y aceleraciones desmedidas. Me gusta el silencio, la paz, el canto
de las aves, el gorgoteo del agua transitando un lecho de rocas… en definitiva,
la expresión natural de la vida.
Muchas veces veo algún programa
de viajes y me gusta lo que veo, admiro las peculiares formas y costumbres de
las distintas zonas de la Tierra. Las valoro, las disfruto desde el sofá del salón
de mi casa, incluso en ocasiones veo rincones del mundo a donde me iría a vivir
con los ojos cerrados, y siempre me sucede cuando se dan los elementos que
antes mencionaba. El conjunto de todos ellos me atraen, tiran de mí, soy parte
de ellos, soy de allí, en mi impronta han de estar grabados: las rocas, el
verde, las montañas, el agua. Pero no quiero viajes programados, no quiero
viajes concertados, no quiero ofertas de paquetes en los que te llevan a ver
muchas cosas en muy poco tiempo. Si llegara el caso tendría que ser a nuestro
aire, a nuestro ritmo y por las rutas que decidamos, pero me vuelvo a parar, lo
estoy sintiendo de nuevo: no quiero moverme de aquí para allá… me dice bien
poco, mi demanda es interior y a esta no le hacen falta los viajes, las maletas,
las reservas, billetes y todo ese trastorno.
Cada uno es feliz de una forma
diferente, esto es lo grande de esta existencia. Tú viaja, que yo te estaré
esperando cuando vuelvas… un abrazo.
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