El sentimiento de posesión o de
pertenencia nos traiciona. Nos traiciona como humanidad, como ente de un todo.
Nos distancia del resto que no siente igual o se cree pertenecer a otro ente
diferente. Nos alegra lo que le sucede y es favorable a ese ente que apoyamos y
nos enoja lo desagradable que le ocurra. Somos nosotros, igualmente, los que
calificamos de agradable o desagradable lo que sucede, en lugar de interpretar
que son diferentes situaciones. De esta forma nos afiliamos a un club y no a
otro. Somos de tal asociación y no de otra. Nos gusta un equipo de fútbol y no
otro. Votamos a un partido político y no a otro. Hasta el momento solo existe
la división, la fragmentación, pero más tarde llega la confrontación, la lucha,
la defensa aguerrida de nuestros ideales, de nuestro equipo de fútbol, de
nuestro partido político, de nuestras cosas y no de las tuyas. Comienza la pelea,
el malestar, los cabreos, el distanciamiento y nosotros debemos estar por
encima, debemos saber negociar esta situación accesoria y nada imprescindible,
pero que algunos convierten en cuestión de vida o muerte; tanto es así, que
algunos han dejado su vida defendiendo gustos y aficiones, porque llegó a ser
tan energúmeno como el que se encontró enfrente y se reventaron la cabeza… ¡una
animalada!, una situación de no retorno y una pérdida que se pudo haber
evitado.
Hay gente que está dispuesta a
perder su vida por defender unos colores, unas siglas, un partido político o un
equipo de fútbol. Proliferan los defensores de tal o cual ideología y los hay
más o menos radicales, pero por encima de ello ha de imperar el sentido común,
el sentimiento de colectividad y pertenencia a la humanidad. Reconocer que los
demás son seres como nosotros, con derecho a una vida plena, libres de tener
sus propios pensamientos, sentimientos, convicciones y libertades. Igual que
los demás, ni más ni menos, y como todos sabemos: su libertad acaba donde
comienza la del otro; o sea, que cada cual ha de saber hasta dónde llegar para
no molestar, ofender y no permitir que los demás también puedan sentirse
libres. Y sentirse libres no es hacer todo lo que quiera cada uno, porque tus
actos pueden molestar al de al lado, ejemplo: como estoy en mi casa, pongo la
música a todo trapo, pregúntate si estás obligando a escuchar tu música a todos
tus vecinos. Ese ejemplo de la música es muy corriente, se da con demasiada
frecuencia… no vives solo, no estás solo en el mundo para lo bueno y para lo
malo, ante cualquier accidente, siempre, habrá personas que te van a ayudar.
Hay que pensar un poco más en los
demás y no ampararse en que nadie piensa en nadie y todos van a su avío. Tú no
lo hagas, no actúes así y otros se darán cuenta que hay que vivir de un modo
diferente, sobretodo, respetando a los demás. La dificultad de esta sociedad es
que cada uno tiene un nivel de educación y experiencia diferente, que casi es
el causante del no entendimiento, pero la flexibilidad, la tolerancia y el amor
tienen que estar presentes para paliar las relaciones o estamos perdidos.
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