Temperaturas de casi cincuenta
grados en las horas punta del día, estamos friéndonos, ¿qué será lo próximo,
tal vez, un periodo de glaciaciones? Es horrible, tan solo puedes vivir metido
en una habitación con aire acondicionado desde la mañana a la noche, y para
dormir lo vuelves a necesitar o te empapas en la cama y solo sabes dar vueltas
pero no pegas ojo. El trabajo hay que regularlo, mejor dicho, los horarios
actuales de algunos trabajos hay que regularlos, no puede ser que con estas temperaturas
tan altísimas se tenga a las personas expuestas al sol y a la muerte. Parece
que nadie se preocupa de esas personas, la ley regula la temperatura máxima de
un puesto de trabajo en el interior de una empresa, pero dice poco o nada de la
temperatura exterior y su peligrosidad para los empleados que tengan que
ejercer su trabajo en el exterior. Esto se tendría que regular con urgencia.
Hay que evitar que la gente muera por golpes de calor o enfermen por mor de las
insolaciones.
Hay que trabajar de noche si hace
falta, o trabajar muchas menos horas en verano… algo se tiene que hacer por el
bien de los trabajadores. ¿Ha probado usted a hacer algo cuando rondan estas
temperaturas?, ¿verdad que no tiene usted ganas de moverse?, es normal, esas
extremas temperaturas se lo impiden, pues imaginen estar a pleno sol solando
una azotea, alquitranando carreteras, haciendo una zanja, cultivando o
recogiendo una cosecha. Es imposible trabajar en estas condiciones climatológicas.
Todos nos levantamos y nos vamos
a realizar nuestras tareas, ignorando que hay gente a esas horas de más calor
trabajando en la calle con mayor o menor dificultad y poniendo sus vidas en peligro.
Tan solo cuando estamos en casa y ponemos la radio o la tele y nos dan la
noticia de que un obrero ha muerto por un golpe de calor, recapacitamos unos
instantes y nos acercamos un poco al precio pagado, al dolor de su familia, a
la pena que nos da que esa persona haya visto truncada su vida por ejercer una
labor a la que estaba obligado sin contemplaciones de sus jefes. ¿Son los jefes
los culpables?, pues mire, en parte lo son, ¿acaso no saben que su empleado, el
fallecido, estaba desarrollando esa faena que ellos le han encargado a pleno
sol? Lo saben y mientras el empleado perdió la vida, ellos, los jefes, estaban
en sus despachos, con sus aires acondicionados, muy cómodamente, y dirán que
para eso ellos son los jefes.
Todos los años sucede lo mismo,
mueren algunas personas y sufrimos todos los demás, en mayor o menor grado,
estas condiciones tan incomodas y peligrosas. Salir de casa es todo un
suplicio, la bofetada de calor que te da en la cara es como si en el exterior
de la casa todo estuviera ardiendo… decimos que lo de afuera es fuego. Nos
expresamos así porque es lo que más se aproxima a lo que sentimos cuando
asomamos la nariz a la puerta de la calle. Así que todos podemos hacernos una
idea de lo que es trabajar en la calle con esas temperaturas, uniformado en
algunos casos, con equipos de protección que aumenten la temperatura corporal;
parece que todos lo sabemos menos los que tienen poder para cambiar las normas.
Vivimos en una sociedad en la que muchos solo miran por ellos mismos y sus
seres más cercanos, y ese alejamiento de los demás, esa frialdad con la que se
relacionan muchos, es la que da lugar a esta sociedad egoísta, nada cohesionada
y sí muy distante. Para avanzar nos deben importar los demás, debemos ser mucho
más solidarios, colaborar más en la búsqueda del bien común, y tratar de que
nadie se nos quede detrás. Los poderes facticos prefieren lo que hasta ahora
están fomentando: todo lo contrario de lo que acabo de expresar, prefieren la
competitividad, la rivalidad dentro del grupo, la dispersión para que no
formemos un ente unido que adquiera fuerza y poder, porque eso contrarrestaría
la fuerza y poder que ellos ejercen. ¡Abramos los ojos!
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