Imagen: www.eleconomista.es
Es muy posible que en un futuro
cercano estemos en mayor peligro que en los momentos actuales. ¿Se imaginan
pasando por encima de nuestras cabezas cantidad de coches voladores? Ayer, los
medios anunciaron un modelo de esos artefactos, que ni son coches ni puras
aeronaves, con gran semejanza a lo que es un helicóptero. Supongo que le limitarán
el espacio de vuelo, porque veo a más de uno y de dos con dos copas de más o
por un despiste entrando al salón de un quinto o un noveno piso, a través del
balcón de la vivienda.
Cuando vayamos paseando por la
ciudad estaremos constantemente dirigiendo la vista hacia arriba para localizar
a los aparatos y tratar de quitarnos de debajo de estos. Hay adelantos que,
ciertamente, me dan pánico, sobretodo, cuando vemos con frecuencia que algunas personas
no son capaces de llevar su coche en línea recta y atropellan peatones que van
tranquilamente caminando por la acera, o bien, al grupo de ciclistas que
circula por el carril contrario. Las drogas y el alcohol también se subirán a
esos artefactos voladores y las negligencias pueden tener efectos mucho más
grave. Igual me equivoco, desde luego salen a un precio que es de suponer, serán
cuatro o cinco los que puedan permitírselo y, por tanto, no será mucho mayor el
número de juguetes surcando los cielos.
También hablaron de estar en
posesión de la licencia de piloto para poder volar con estos medios coches o medios
helicópteros, lo cual será otro hándicap para casi todos los mortales. Entre
sacar la licencia y comprar el coche volador hay que gastar el equivalente a
sesenta o setenta millones de las antiguas pesetas, una inversión al alcance de
unos pocos, que serán los únicos privilegiados de ver todas las azoteas de las
ciudades o dar una vuelta a una chica hermosa en una noche romántica con luna
llena y con las únicas luces de la ciudad como fondo. Ya estoy viendo esa
imagen que proyectan en muchas películas, de la ciudad por la noche llena de
centelleantes y diminutas luces de varias tonalidades que tapizan todo el
plano, así como las chicharrillas voladoras dando vueltas por encima. Le llamo
chicharrillas porque mira que son feos los pajoleros coches voladores. Son
vehículos de tres ruedas, que necesitan cinco minutos para desplegar las alas o
hélices que completan el transformer. Además, todo ese conjunto de alas y
hélice se pliega sobre el techo del aparatejo, quedando visto el bulto desde el
exterior, o sea, de pasada de diseño, nada de nada.
Esto como en todo, se podría
hacer mejor, pero hay prisas por ponerlo en la calle, por ser los primeros,
aunque hasta el 2020 dijeron no podían empezar a entregar las llaves a los
compradores, de momento habían fabricado unas noventa unidades y decían que
cinco o seis personas se habían interesado. Sinceramente, a mí no me gusta, y
si tuviera dinero compraría un helicóptero privado, aunque fuera de los modelos
más pequeños, al menos tendría la tranquilidad de que no es un engendro, sino
una máquina concebida para volar.
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