Estoy convencido, desde hace
tiempo, que la gran mayoría de la gente actúa desde el programa introducido
mediante la educación y el, llamémosle, ambiente social: todo aquello que el
individuo está acostumbrado a ver desde que es pequeño. Es de esperar que las
personas adquieran criterios propios, suyos, no los resultantes de esa
programación sino conclusiones de su propia conciencia para que las acciones
sean otras, por supuesto, más humanas.
Hasta ahora viene actuando como
si el otro fuera menos o no le importara, yo primero y los míos, puro egoísmo,
el círculo pequeño que es como yo le llamo a esa forma de proceder. Casi todo
el mundo está reproduciendo esa forma de moverse en esta sociedad que hemos
creado entre todos, aunque muchos cuando nacieran se encontraran inmersos en
este desastre. Sin embargo, no se convirtieron en rebeldes luchadores contra el
sistema, no vivieron para estar a cada minuto reivindicando otra forma de
vivir, no dieron ejemplo de esa otra manera de relacionarse con los demás. No
tenemos excusas válidas, como mucho, algunos tratan de mover algo los cimientos
de la debacle social, pero se ve tan solo que abandona… todavía no ha llegado a
adquirir el grado de conciencia que ya no importe lo que digan los demás,
puesto que ya cada célula de su cuerpo sabe lo que quiere y lo que siente, sabe
quién es y de lo que está convencido por sí mismo, no por influencia de otros,
no por orden de otros, dejó de ser la oveja que desde la Biblia manipuladora
nos dijeron que debíamos ser. Ahora sabe que es una parte del todo, sabe que es
parte y todo, sabe que no hay que buscar nada fuera que no esté dentro de sí.
Ahora se relaciona desde el amor hacia sí mismo y hacia los demás, los demás
les importa porque son igual a él. Respeta a los demás, les desea lo mejor, son
él mismo porque se sabe la energía de vida y, toda las formas de vida, son lo
mismo… vida.
En una sociedad de seres como el
que podemos llegar a ser en cuanto nos lo propongamos, nada volverá a ser igual
de salvaje y despreciable como resultan ser las cosas ahora en nuestro medio.
El rico seguirá siendo rico, tal vez, porque su actividad le permitió serlo,
pero tendrá corazón y le importarán los demás, en especial los más pobres, y
compartirá parte de su riqueza con los que menos tienen, porque es un acto
humano. Él querrá seguir viviendo muy bien, pero tratará de que todos los que
se crucen en su camino vivan bien. Empleará hombres en sus fábricas, pero
tratará de darles unas condiciones de trabajo favorables, bien pagadas y que
sus empleados se sientan considerados y sean felices. Eso es una sociedad con
corazón, una sociedad de seres desarrollados, no como ahora que solo se emplea
el término de sociedad desarrollada cuando su economía y su capacidad
productiva o tecnológica han adquirido ciertos niveles. Es el ser humano el que
ha de alcanzar altos niveles de desarrollo espiritual, o de conciencia si así
se entiende mejor, aunque para mí no hay diferencia alguna. Podemos ser mucho
más de lo que somos, pero al menos debemos darnos cuenta que tenemos esas
capacidades adormecidas por la sociedad, aunque el desarrollo de las
capacidades adormecidas, se contrapongan a los intereses materiales de los que
tratan de dirigirnos a todos.
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