Hace dos años,
científicos de la NASA hallaron en unas cuevas del norte de México virus y
bacterias que habían permanecido allí adormecidos durante unos cincuenta mil
años. Estos chicos en su inquietud investigadora les dio por despertarlos, y
como no puede ser de otro modo, desde ese mismo día la humanidad puede estar
expuesta a una gran epidemia, quizá, incurable. ¿Suponen ustedes lo que puede
ser la propagación de una enfermedad
desconocida por la civilización actual? Sin herramientas para combatirla, sin
medicamentos eficaces, sin vacunas… ¡es un auténtico peligro!, ya sabemos cómo
se las gastan ciertos laboratorios farmacéuticos, ¿recuerdan el caso de la supuesta
gripe aviar que iba a contagiar a medio mundo?, hicieron el agosto, vendieron
millones de dosis a todos los países para nada, no hicieron falta, se las
comieron con papas, pero la gran inversión la tuvieron que hacer ante el terror
que propagaron las autoridades americanas, y fue porque la empresa del
medicamento que vendía dicha vacuna era americana. Ahora podríamos estar ante
otra posibilidad de gran negocio, pues ante cualquier descuido o error en la
manipulación de esas bacterias y virus, pueden crear una alarma mundial, que
posibilitaría a la industria del medicamento, estrechamente relacionada con
aquellos investigadores, a vender millones de soluciones, quizás ineficaces,
para enfermedades desconocidas. Pero ante el pánico colectivo las mentes se obcecan
y nublan, llevándonos a realizar acciones no reflexionadas o impulsivas… no
vaya a ser que nos quedemos sin nuestra dosis de medicamento placebo.
Esto viene a
ser lo mismo que si de tejido que se encontraran los científicos se pusieran a
clonar dinosaurios por ejemplo. ¿Se imaginan un mundo en el que alguna de esas
criaturas tan altas como una casa de dos plantas nos apareciera en el centro de
una ciudad mientras nos diéramos un agradable paseo? El afán de toda esta gente
es llegar a comprender el presente a través del pasado, pero el presente es el
que es, necesitamos saber caminar hacia el futuro con el mejor ritmo posible
para todos, pero dejemos tranquilo lo que solo puede complicarnos la vida o
destruirnos… ¡avancemos!
Como dije
antes, algo tan frecuente como un despiste en tu trabajo, algo de lo que no
estamos libres, a todos nos ha sucedido más de una vez porque no somos
máquinas, nos puede sumir en una gran epidemia que nos conduciría
irremediablemente a la muerte, dependiendo de la gravedad de los síntomas y sus
repercusiones en nuestro organismo. Sabemos que cuando un mal ya se conoce y se
investiga desde hace años, aún hacen falta, igual, diez años para conseguir una
vacuna o un medicamento de probada eficacia, ¿se imaginan, sufriendo una
enfermedad desconocida y sin remedio para atajarla? Tendría que existir dentro
del código deontológico de los investigadores, un principio que no permitiera
llevar a cabo acciones que puedan poner en peligro a la humanidad, porque creo
que lo que hicieron estos investigadores compromete a la raza humana, no digamos
si les ven la oportunidad de hacer negocio con ello. Ya sabemos cómo se las
gastan algunas personas que por dinero son capaces de hacer casi todo, sin
importarles cuáles sean las consecuencias de sus actos.
Para concluir,
insisto, dejemos en paz lo de atrás e investiguemos sobre la forma de mejorar
lo que tenemos, o para descubrir nuevas y mejores formas de vivir en las que
podamos estar incluidos todos los seres humanos.
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