Con la señora de ochenta y tantos
años que ha sido juzgada por dar descanso a su hijo de sesenta y tantos años,
sordo, ciego, mudo y gran discapacitado, volvemos sobre la reflexión del papel
de los políticos y sus leyes en el derecho de poder hacer cada uno lo que
quiera con su vida o, como en este caso, con la vida de quién no puede decidir
pero que no tiene vida y depende para todo de ti. La señora con el deterioro
propio de su edad, viendo que ya no podía seguir atendiéndolo y queriendo no
dejar esa carga a ninguno de sus otros hijos que tiene, decide poner fin a su
vida y a la de su hijo discapacitado total. Hasta en este extremo, le culpan de
asesina en lugar de considerarla tan humana… sesenta y tantos años bregando con
un cuerpo “muerto” que depende de ella absolutamente para todo, y cuando se ha
visto incapaz, ha pensado que lo mejor para ambos era el descanso. Solo que el
coctel de pastillas que los dos tomaron al hijo discapacitado le sirvió para el
objetivo de la madre, pero no llegó a matarla a ella.
Perdonen, pero yo no veo un
crimen lo que hizo la señora en esas circunstancias. No obstante, con la ley en
la mano, tal vez, sea un crimen, pero la ley hay que modificarla para que
situaciones como la de esta persona o la de su hijo que no tenía vida, pueda permitirse
una forma de sedarlo y que muera en paz. Así debiera de ser cuando una persona
lo decida, pues para eso se trata de su vida y los políticos no tendrían más
que decir al respecto. Es increíble que nuestras vidas no nos correspondan, que
no podamos decidir qué hacer con ellas, sobretodo, en casos extremos:
enfermedades terminales, accidentes irrecuperables, estados vegetativos, etc.
Cuando se tiene mucho dinero, se contrata a un servicio de atención para las
veinticuatro horas y no pesa en absoluto todo el trabajo que se ha de realizar
para cuidarle ni el paso de los años, algo distinto es cuando lo llevas todo
sobre tus espaldas. Ni vive el enfermo ni vives tú, estás muerto en vida, como
se suele decir.
No debiera haber tanto reparo
para hablar abiertamente de la eutanasia o muerte digna y a voluntad cuando los
casos lo requieran o la persona no desee seguir viviendo, y esté justificada la
decisión. La política actual se desentiende de las personas: les echa de sus
viviendas, nos empobrece, nos roba, pero sí se preocupa para sigamos padeciendo
o sufriendo, no nos permite poner fin al dolor y a la enfermedad. Una vez más,
falta humanidad en el sistema y sus leyes, pero las leyes si son inhumanas es
porque sus pensadores o creadores también lo son. Las leyes no son más que el
reflejo de los políticos que decidieron crearlas e imponerlas a la población.
Unos pocos deciden aquello a lo que todos nos debemos someter, generalmente
todos los demás, porque ellos se creen por encima de las leyes y mueven a
jueces y fiscales en busca del respaldo de los mismos cuando incurren en
delitos. Ellos pueden pagar clínicas privadas o un equipo de personas que
asistan en su domicilio a sus enfermos y, de esa manera, viven apartados, a una
cierta distancia de los problemas, por eso a ellos no les importa mantener a la
persona en la cama por los siglos de los siglos, sin que tenga vida, aunque esté
sedada y no viva, pero está allí de cuerpo presente y ellos son muy buenos
porque otros los cuidan por ellos. Pero hay muchas personas que no pueden hacer
eso y cuando adivinan cerca el final de sus vidas, se cuestionan quién se hará
cargo del enfermo y comienzan a visualizar o imaginar cómo será la vida para su
familiar enfermo y para los que se encuentren con la obligación de hacerse cargo
de él. Ante tal situación, prefieren poner fin, hasta aquí hemos llegado, ¿por
qué no? Porque la hipocresía política te lo impide.
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