Cuando suceden los accidentes es
cuando te das cuenta de que a la Seguridad Social le faltan recursos materiales
y humanos, seguramente, debido a la dichosa crisis que se inventaron algunos e
impusieron a los que menos tenemos. El domingo pasado por la noche me llamó mi padre,
serían las 21,30h, me dijo que mi madre se había caído justo al entrar a la
cama y se quejaba como si se hubiera roto algún hueso de la pierna. Mis padres
son mayores, viven solos y él no podía ayudar a incorporarse a mi madre, ya
había llamado al 112 y le dijeron que no había ambulancias disponibles, que en
cuanto quedara alguna libre irían a recogerla. En el mismo bloque de ellos vive
un primo mío, le dije a mi padre que fuera a buscarle para que le ayudara y que
dejara a mi madre tapada con una manta para que no se enfriara mientras
aguardaba en el suelo.
Me vestí a toda prisa, mi esposa
me acompañó, condujo a todo cuanto los límites de velocidad permitían y,
aproximadamente, pasados unos quince minutos, veinte a lo sumo, ya estaba en
casa de mis padres. Tal como le dije a mi padre salieron las cosas, mi madre ya
estaba sentada en un sillón de su dormitorio, bueno, más bien estaba un poco
repanchingada, o sea, que yacía sentada tal como entre los dos, mi primo y mi
padre, la habían podido sentar puesto que mi madre no tiene mucha fuerza ni
agilidad para poder colaborar, mucho menos con una pierna accidentada. Le miré
a la cara y su aspecto no era malo, parecía tranquila, no sufría un dolor que
no pudiera soportar, pero la ambulancia no llegaba y ella empezó a inquietarse
de estar en aquella postura, un tanto inadecuada y torcida. Si tratábamos de
moverla se quejaba de la pierna a la altura de la ingle. Miro detenidamente su
pierna derecha cuyo pie estaba girado hacia afuera, en una posición un poco forzada
y pensé: “se ha fracturado la cadera”. Ya con mi convicción del posible daño
que sufría no me atrevía a moverla, creí que lo más oportuno era que los
sanitarios fuesen los que le ayudaran a cambiar de posición, que son los que
saben, o eso suponía yo. Vuelvo a coger el teléfono, habían pasado cuarenta y
cinco minutos, aproximadamente, desde la anterior llamada al 112 que realizó mi
padre.
- Señorita,
mi padre llamó hará unos cuarenta y cinco minutos porque mi madre se ha caído y
creo que tiene fracturada la cadera, la hemos podido sentar, está un poco
molesta, pero no sabemos cómo moverla para no producirle daños ni sufrimiento.
- Sí,
nos consta esa llamada, pero es que no hay ambulancias libres, vamos a tratar
de mandar una en cuanto quede libre.
Esto es emergencia, así está de
colapsado el servicio de urgencias para movilizar y atender pacientes que
sufren un accidente, al menos en el hogar, sin conocer las repercusiones de los
daños sufridos. Por lo tanto, hasta pasada una hora de la primera llamada no aparecieron
por casa, lo que en mi opinión eran dos técnicos de ambulancia, o sea, dos
personas de formación profesional, un conductor y un camillero, así lo aprecié
por lo que hicieron, cómo lo hicieron y la falta de criterio médico, la corta
exploración, etc.
El siguiente paso, una vez nos
hallábamos en urgencias de traumatología es dar los datos en admisión. Había
tres trabajadores del hospital tras el mostrador, uno de ellos atendía a la
única persona que estaba delante de mí. Los otros dos permanecían impasibles,
sencillamente, no hacían nada ni nada decían. Cuando la trabajadora que atendía
a la persona que estaba delante de mí, estaba finalizando su trabajo, se le
ocurre, graciosamente, a otro de los trabajadores o administrativos, preguntar
qué quería. Le explico, recoge los datos y me da un adhesivo que debo poner en
mi ropa para especificar que soy el acompañante de la enferma y una pulsera de
papel, igualmente adhesiva, para ponerla en la muñeca de mi madre.
Los pasos siguientes fueron
varias horas en una zona que no entiendo por qué se llama: Triage, donde te
mueres de risa mientras te llevan a hacer las radiografías pertinentes, y te
vuelves a morir de risa junto a la camilla hasta que miran los resultados, te
pasan con el médico o la médico y deciden donde van a dejar la camilla porque
al parecer no hay camas libres en las plantas correspondientes a traumatología.
Cuando decide la médico hacer una primera intervención para estirar la pierna,
elevándosela y colgando de la misma una pesa, observo que le pide a una de la
enfermeras que vaya a por una férula de… no soy capaz de repetirlo, dijo un
nombre que yo jamás había escuchado. La enfermera se adentró en una habitación
de enfermería que debía ser un almacén y retornó diciendo que no quedaban
férulas de esas, así que improvisaron lo que le pareció, total, nosotros no la
íbamos a echar de menos, tampoco sabíamos lo que era. Cuando terminaron esta
primera intervención me dijo la doctora que mi madre debía permanecer ingresada
unos días porque tenían mucha carga de trabajo y no podrían operarla hasta
final de la semana, del miércoles en adelante. Por otro lado me dijo que pasaba
a observación porque no había camas disponibles, pero que en esa zona no se
admiten acompañantes, que me fuera a casa. Eran las dos de la madrugada, mi
esposa que me acompañó hasta un rato antes en el que decidí pasar la noche con
mi madre se había ido a casa, se llevó mis llaves y también el coche. Mi esposa
había llevado a mi padre a su casa para que descansara y yo estaba en la calle,
sin vehículo, sin llaves, sin haber cenado debido a toda la movida, etc.
Al día siguiente, a partir de
las nueve, llamo para conocer cómo había pasado la noche, en admisión me
dijeron que lo podría hacer, pero los teléfonos, me dieron dos, uno no dejaba
de comunicar y el otro no lo cogían, porque después supe que los atendía la
misma persona. Más tarde me llama esa persona y me dice que debemos pasar por
el hospital a llevar el tratamiento que toma habitualmente mi madre. A la hora
estábamos, mi padre y yo, con el pastillero tamaño familiar, con todas las
pastillas de la semana y los momentos de las tomas de las mismas. En ese instante,
nos dicen que deberíamos llevar los nombres de las pastillas. Bueno, no se
preocupe, como vamos a volver a las 13h para hablar con el médico, los traeremos.
Se me ocurre coger cada envase y cortar una de las pestañas donde aparece el
nombre del principio activo de cada pastilla que se toma a diario. Cuando la
entrego me dice el médico que deberíamos haber llevado las cajas con las
pastillas y le dije que habíamos entregado por la mañana el pastillero y que
ahora le traíamos el nombre de todos los medicamentos contenidos en el
pastillero y se quedó medianamente convencido. Posteriormente, llegó el momento
de la visita y se produjo un lamentable encontronazo con un enfermero, tal vez,
el que menos culpa tenía pero volvió sobre el tema de las pastillas y las
cajas, discutimos, pasé de él de un modo poco educado porque estaba harto del
tema y porque a todos les decía que era fácil saber lo que tomaba mi madre si
comprobaban su historial clínico, de lo contrario, la señorita que me había
llamado por la mañana podría haber dicho: “Traiga las cajas de las pastillas
que toma su madre, con las pastillas dentro”, ya no hay duda ninguna de lo que
quiere. Fue desagradable y cuando comprendí un extremo que hasta ese momento mi
ofuscación no me permitía ver, le pedí disculpas. Me explicó que cada
laboratorio encapsula o fabrica pastillas con diferente apariencia y que con las
pastillas físicas y los nombres no era suficiente para identificarlas y hacerse
responsables de lo que le estaban dando… fue entonces cuando comprendí la
importancia de lo que me refería el enfermero… y sinceramente, lo siento.
Ese mismo día, en la visita al
área de observación, le habían asignado cama 304.2, nos lo comunicaron a las
dos de la tarde, y tuvimos que esperar hasta las once de la noche que la
subieran a planta, porque la enferma dada de alta de aquella cama llevaba
desde las tres de la tarde esperando la ambulancia para el traslado. A las once
de la noche viene un celador y comienza a manipular la camilla y me dice que
vamos a la habitación, pero cuando llegamos a la planta sale la enfermera jefa
y le dice al celador que no puede ocupar la habitación porque hay que limpiar y
solo hay una limpiadora para todo el edificio de traumatología. Volvimos a Observación
y esperamos otra media hora hasta que definitivamente fue reubicada la camilla
donde le correspondía.
La han operado, ha estado tres
días ingresada y le han dado el alta, pero con la salvedad de que no puede
poner la pierna operada en el suelo, debe guardar reposo durante un mes, es
viernes le dan el alta a las tres de la tarde y no llega la ambulancia hasta
las nueve de la noche. Su ambulatorio está cerrado y los fines de semana no
abren. Nos la mandan a casa, una persona metida en carnes, con un peso nada
manejable, mi padre una persona mayor… un problema del que la Seguridad Social
se lava las manos. Se puede solicitar asistencia domiciliaria en su ambulatorio
pero ya no es posible hacerlo hasta el lunes, y me han dicho que solicitarla no
quiere decir que al día siguiente la asistencia esté en su casa. Pasamos una
noche de aúpa y ya por la mañana como es lógico hay que cambiar los pañales,
porque no se puede levantar de la cama por prescripción médica, había que lavarla, etc. Dos horas bregando con su
cuerpo, sin tener habilidades para manejarlo, mi padre que perdía los nervios
ante la incapacidad y ver el horizonte del mes que teníamos por delante. Cuando
empezamos a moverla, las heridas comienzan a supurar o expulsar líquido y
entiendo que aquellas heridas necesitan asistencia sanitaria. Busco en Internet
el número de teléfono de urgencias de su ambulatorio y llamo. Me dicen que van
a mandar una ambulancia, que llega pronto y la trasladan al hospital donde fue
operada. Llegaríamos sobre las diez de la mañana y entre pruebas y esperas nos
dio las nueve de la noche, más un buen rato de espera de la ambulancia, total,
a las diez y cuarto de la noche mi madre aterrizó por su casa… desde las diez
de la mañana, ¡terrible!, nos comunicaron que el TAC tardarían en hacerlo
porque solo había un radiólogo de guardia especializado en hacer los TACs en
todo el hospital. Siempre me acuerdo en esos momentos de Rajoy y me digo: si su
padre o madre necesitara estos cuidados ¿tendría que echar tanto tiempo o,
igual que con las leyes, la sanidad no es igual para todos? Sé que no sucedería
como nos sucede a usted o a mí, ellos son los privilegiados de esta sociedad
que mantenemos nosotros con nuestros esfuerzos, ellos parecen que están para
recaudar, hacer caja y el reparto: esto para servicios públicos, esto para el
partido, esto para mi cuenta y esto para la que tenemos en Andorra, Suiza o
Panamá.
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