Desde hace
algún tiempo escribo demasiado sobre política, hago crítica en exceso y con
mayor frecuencia de la que desearía hacerlo, pero hay que vigilarla de cerca por
representar a las claves que condicionan nuestras vidas, al menos en el terreno
de lo físico y lo material, dentro del contexto social, económico y laboral.
Hay lobos
feroces, verdaderos depredadores que se sienten heridos en su orgullo cuando se
les contradicen. Hay pataletas irremediables para muchos de ellos porque la libertad
de expresión de los demás les daña su prepotencia, y si todo no sale según sus
planes son capaces de exhibir la más absoluta incoherencia. Con la mitad de esa
incoherencia, muchos nos ruborizaríamos
tanto que no podríamos salir a la calle, como se suele decir
coloquialmente: “se nos caería la cara al suelo de la vergüenza”
Se defienden
diciendo que ellos se levantan para servir a los ciudadanos, para conseguir una
ciudad mejor, etc., pero la realidad diaria nos está dejando al descubierto el
mundo de las mordidas, de la prevaricación, del chantaje; todo englobado en la
más miserable corrupción de las personas. Así que muchos se levantan para hacer
negocios sucios, valiéndose de las instituciones y de su posición dentro de
ellas, para saquearnos a todos, para vaciar las arcas del Estado y para vivir
una clase de vida que no les corresponden. Esas personas han de padecer una
envidia bestial que no les permite ser decentes, por lo que traicionan a sus
familias, a sus compañeros y a sí mismos, con tal de vivir lujosamente o de tener
las cuentas más abultadas en los paraísos fiscales, Suiza, Andorra, etc.
Los ciudadanos
normales somos diferentes a ellos y no nos merecemos todo ese desagravio.
Estamos secuestrados, retenidos, encajonados por sus leyes bien estudiadas para
permitirles cometer actos delictivos, así como lidiar con ellos o esquivarlos.
Siempre aparecen como inocentes, ellos nunca han hecho nada detestable según
ellos, se tapan los unos a los otros, dan explicaciones imposibles, se burlan
de la justicia todo lo que pueden y nunca caen los responsables máximos sino
los cargos intermedios. Estos se sacrifican para salvar las caras de los que
permiten todo el desaguisado, la delincuencia, el saqueo, la financiación
ilegal, el blanqueo de dinero, los indultos injustos y las presiones sobre los
buenos jueces o la expulsión de la carrera judicial de los mismos.
Saben que lo
han hecho tan brutalmente mal que tuvieron que sacar la Ley Mordaza para
aquietar a la ciudadanía, pues saben demasiado bien cuanto terrorismo social
han realizado, dejando a tantas familias en la calle, sin viviendas y sin
trabajo, ¡que clase de Constitución es esta que deja a las personas abandonadas
a su suerte! Por supuesto, con el consentimiento de los que “ingobiernan”, los
de antes y los de ahora. Claro que se ha de esperar una revolución democrática
y una autentica regeneración de la política, no hay otra salida sin violencia.
No se puede hacer esperar más, así que no entiendo nada los gritos en el cielo
que alzan los corruptos y malos gobernantes ante la llegada de los que entonan
una canción con distinta letra y otra música.
No hay comentarios:
Publicar un comentario