El mundillo está
revuelto, política para arriba y para abajo, comidilla para los periodistas que
les dan las interpretaciones que mejor les vienen en ganas. Según las
tendencias ideológicas de cada periodista, hace fuerza a su favor y prosiguen con
las opiniones que son gratuitas. Atacan con los miedos de los resultados,
hablan de que los poderes del dinero se han puesto en alerta porque los que
llegan pueden parar las inversiones o los negocios que ya tenían en capilla
para su aprobación y posterior ejecución. Como decía ayer Ada Colau, el CIU
viendo lo que se le venía encima y como así ha sido, lleva un par de semanas apresurándose
para cerrar obras y adjudicaciones de todo tipo y millonarias, antes de dejar
las instituciones anticipándose a la derrota. Esto no es serio ni responsable,
una fuerza política que tiene que dejar su sillón no puede estar cerrando
compromisos millonarios, de los que cogerán mordidas pactadas, para que se haga
cargo del pago el nuevo consistorio. Hasta el último momento los políticos
quieren agarrar lo que puedan, nunca tuvieron las manos vacías y ahora tampoco
quieren despedirse sin nada en ellas, ¡es lamentable!
Hay
periodistas malos, pero no malos que no sepan hacer el trabajo de periodismo,
sino que son malos, que tergiversan y son tendenciosos en sus opiniones. Si
alguien se modera, malo, si alguien apunta muy a la izquierda, malo, son
radicales, que apuestan por algo diferente a lo que hay, son anti sistemas. Que
tienen estudios, son universitarios de pacotillas, que no tienen estudios, son
analfabetos. Que no pactan porque no coinciden sus programas, son totalitarios
quieren imponer; que hablan para pactar, se están bajando los pantalones, antes
decían una cosa y ahora otra, no son de fiar. Con la camarilla de periodistas,
que afortunadamente no son todos, estamos aviados, nada de objetividad y mucha
subjetividad lanzada con mal estilo, de un modo grosero a veces, que ralla en
el odio y el descredito más ofensivo.
Espero que la
sangre no llegue al río, que se resuelvan los reajustes políticos de la mejor
manera posible, sobre todo para el interés general. Que cada formación política
ponga sobre la mesa sus programas y apuesten, como es natural, por todos los
puntos coincidentes en primer lugar, y posteriormente que acuerden por consenso
los puntos divergentes, aceptándolos o rechazándolos según mejor convenga a los
intereses y necesidades de los ciudadanos. ¡Ojala pudieran hablar todos los
elegidos por la ciudadanía! que no se formen mayorías para que estas no impongan
lo que ellas crean más conveniente, pues de ese exceso de poder vienen las
cosas que hemos visto que ocurren. Lo más democrático es no alterar el paisaje
político que los ciudadanos hemos moldeado con nuestros votos, y lo justo es
que hablen todos los elegidos sin tener enfrente un conglomerado artificial de
votos obligados a decidir forzados en una dirección impuesta. De la pluralidad
han de salir los resultados para seguir caminando, de la diversidad ha de
hacerse el arte de hacer política.
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