Ya estamos a
las puertas de otras nuevas elecciones y comenzaron las luchas partidistas con
el aireamiento de los trapos sucios, las investigaciones de las vidas
personales, de los errores del pasado y los programas de radio y televisión
tienen comidilla para llegar con el run-run hasta el día 24. En todo lo que
publican habrá verdades, medias verdades y mentiras, gracias a ello nos informamos
de asuntos que si no fuera por ese afán triunfalista de obtener la exclusiva,
quedarían en el olvido.
No niego la
buena labor de los periodistas cuando son capaces de dar las noticias de un
modo objetivo, pero a muchos se les ve el sesgo a la hora de informar, ponen
demasiado de su propia ideología y opinión. Claro, cuando más coraje me da es
cuando se ponen de parte del que manda, porque aunque ellos no lo crean, se
percibe con suma claridad. Se nota quienes les pagan o de quienes obtienen
algún beneficio o gracia, es una lastima porque en algunos casos son buenos
periodistas pero demasiado partidistas; se les ve el plumero, descaradamente.
Por otro lado,
están algunos que no saben hacer prensa o radio sin faltarles a los actores de
las noticias, estos hacen periodismo del escándalo con muy mal gusto. Es
posible de que estén desempolvando grandes informaciones, pero lo hacen con tan
poca ética y ningún respeto, lo que consiguen es hacer periodismo
descalificatorio o bajuno. Parece que nadie le cayera bien, se erigen en
ganadores de la carrera de las descalificaciones y el insulto, pasan con gran
facilidad del contenido o cuerpo noticiable a las palabras mal sonantes. Hacer tantos
años de periodismo para llegar a esta situación tan desagradable, es un poco
vergonzoso, es haber perdido el tiempo o haber perdido el rumbo de la labor realizada
con sensatez y rigor.
Con estos
medios se produce una relación de atracción-repulsión, pues cuando despiertas
quieres estar informado y empiezas a escucharles, es mi caso concreto, porque
suele traer novedades de la actualidad política, pero pronto se suceden los
términos despectivos, el esfuerzo por ridiculizar a las personas y la deslocalización,
un día parece estar con unos y otros días parece estar con otros o con ninguno.
Te vuelve loco, no sabes si lo aprecia, si valora la labor del actor de la
noticia, pues tan pronto lo elogia como que lo insulta. Creo que ese locutor se
ha endiosado con el paso de los años o con la experiencia que tenga, y se
sienta delante del micro a decir lo que quiere, y lo que es peor, en el tono
que mejor le venga en ganas ese día, ¡es terrible!
Hasta para
trabajar hay que guardar las formas, porque no está reñido ser buen periodista
con ser educado y aunque te creas el dueño de tu redacción o de tu emisora de
radio o televisión, eso no te da derecho a vejar a los demás. Esas formas no
ayudan a que los demás seamos respetuosos, pues se hace habitual que nos
califiquemos con facilidad, ya que los medios de comunicación nos acostumbran
los oídos. Hay que elegir en qué queremos invertir nuestro valioso tiempo.
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