Hace dos días
su cuerpo dijo basta, el reloj de su vida se paró y mi amigo Jean dejó de estar
con nosotros, al menos en el plano físico. Su nombre es el que he mencionado,
aunque todos le conocíamos como John. Era un hombre mayor, que vivía como él me
decía, íntegramente, para cuidar de su mujer, unos años mayor que él, pero la
vida no le ha permitido una Noche Buena más, ni una Navidad más; aún peor, es
que no le haya permitido cumplir su deseo de marchar después de su mujer,
porque él no quería dejarla sola ni un instante.
Jean ha sido
un vecino fabuloso, y una persona formidable, todos aquellos que le conocían
saben que ha sido súper educado, siempre saludando a todos los caminantes y a
los que pasaban al volante de su coches. Jean siempre tenía unos minutos para
charlar contigo del tema que fuere, y cuando la cosa se ponía peliaguda, hacía
uso de la frase hecha: “toco madera”, al mismo tiempo que se golpeaba la
cabeza.
Jean ha sido
una persona amable, servicial, alegre, siempre tenía una sonrisa en su boca;
también era capaz de una crítica o de un gesto brusco en circunstancias
aisladas, pero que de ningún modo anulaban la cantidad de buenos gestos y la
atención o el respeto que siempre ha mostrado hacia las demás personas. Su carácter
cada día se dulcificaba más, a pesar de que cuando se le metía algo en la
cabeza era un poco testarudo, pero no llegaba la sangre al río nunca. A mi me
han parecido siempre unas excelentes personas, él y su señora, por lo que les
tengo un gran aprecio, y he sentido mucho que nos haya dejado, pues estoy
seguro que su vida podía haber sido más larga, Jean era un hombre que había
hecho deporte durante toda la vida.
En las últimas
semanas, que tuvo que acudir con una frecuencia, inusual en él, a las consultas
de urgencias médicas, los sanitarios solían destacar el estado físico de Jean,
porque su cuerpo era como el de una persona mucho más joven. Jean era alto,
delgado, fibroso, y no tenía barriga, algo que es tan común en casi todas las
personas que tenemos una cierta edad.
He seguido de
cerca la enfermedad de Jean, y no siendo nada objetivo, pero con los hechos
ocurridos por delante, me temo que Jean ha sufrido una sucesión de errores o
descuidos médicos, debido a que tenía el hábito de fumar, y no le exploraron
con la profundidad que el caso merecía. Ya es tarde para culpar a nadie porque
nada va a remediar su pérdida, que es lo que sentimos sus familiares, y sus
amigos.
Se nos ha ido
una buena persona, y he querido recordarle escribiendo unas letras en su
memoria, que nunca serán bastantes para compensar la amistad que hemos tenido
durante los años en los que el destino quiso que viviéramos en la misma
urbanización. ¡Adiós, amigo Jean!, o como le gustaba a tu madre: ¡adiós, John!,
creo que siempre te recordaré, te doy un abrazo con mi mente, que espero
recibas allá donde estés, y deseo que encuentres el camino de luz, tan
anhelado por los discípulos y tan transitado por los maestros. El camino de luz
que te devuelva a casa.
Con todo el afecto de tu amigo Manolo.
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