Avanzan las
fiestas entre comidas y comidas, ahora con los de un lado, ahora con los del
otro. Unos momentos reunidos con la familia de una parte y otro día reunidos
con la familia de la otra parte. Unos días unas viandas, y otros días otras
diferentes, aunque siempre hay marisco, queso o jamón, aparte de las creaciones
de cada casa.
Se ve, se
abraza y se besa a quienes no ves, en ciertos casos, el resto del año, pues
quizás vivan lejos, y te da alegría verles y poder conversar, reír y cantar con
ellos, comer y beber, sentirlos cerca, tocarles y contemplarles. Bueno, esto
también es parte de la Navidad, aunque hay personas que no les sabe bien estas
fiestas porque echan de menos a algunos familiares suyos, que ya no están entre
nosotros.
Salvo
excepciones, se pasa bien, es divertido coincidir con muchos de la familia o/y
amigos, pues todos hacemos un poco el payaso, tenemos ocurrencias divertidas y
cada cuál coge la media pea a su manera, cuenta sus chistes o detalles graciosos,
lo que contribuye a que el ambiente no decaiga. De fondo, en muchas casas la
televisión, que no se calla, pero que nadie escucha ni ve. Algunos dicen que es
para ambientar, y con la que hay montada en el salón no hacía falta en
absoluto, pero bueno, ya son muchos años con nosotros y hasta la tele tiene su
sitio en las navidades.
Cuando
terminamos las copiosas y desordenadas comidas, todos hartos, todos dicen no
caberle más, pero aún queda sitio para un polvorón, unos turrones y unas copas
de licor, champán o cidra. Vamos a reventar, pero seguimos comiendo y bebiendo,
a pesar de ello en la mesa siempre queda comida. Hay comida que va de vuelta a
la cocina y al frigorífico, todos los años sucede lo mismo, después vienen los
días en los que solo se come de los restos, de todo lo que no fuimos capaces de
fulminar en las interminables comidas de familia.
¿Y humo, no
hay humo en una casa, en una de esas reuniones navideñas? ¡Anda, que no! hay macropartículas
tóxicas en cada estancia de la vivienda. El aire está viciado, muy viciado,
pero como el personal está medio anestesiado por el lote de comida y bebida que
lleva en el cuerpo, apenas si repara en el asunto. Solo te das cuenta cuando te
viene un golpe de tos o te atasca, como yo digo, y tienes que ir,
desesperadamente, a dar una bocanada de aire fresco a través de una ventana. Es
entonces cuando te das cuenta de que el ambiente dentro es irrespirable, pero
ahí siguen comiendo y bebiendo, hablando y riendo, contaminando hasta las
trancas, no solo de humos, sino de grasas, de azúcar y de alcohol; bueno, esto
también es parte de la Navidad.
Otra cosa
diferente es cuando llegas perjudicado a casa, y tienes que abrir la puerta con
precipitación, vas en busca del inodoro a toda velocidad. Unos arrojan por
debajo y otros lo hacen por arriba. La “hormigonera” ha sido sobrecargada, ya
no podía más, y el malestar general es una realidad, la acidez te llega a la
garganta y buscas el antiácido desesperadamente. ¡Joder, qué nochecita te
espera! Y lo peor no es eso, sino que al día siguiente tienes o una comida, o
una cena, y vuelta a empezar. FELIZ NAVIDAD
a todos.
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