Nuestro niño Gabriel, “el
pescaito”, como sus propios padres le han apodado por su amor a los peces,
se ha ido definitivamente. Este niño es el niño de todos nosotros, tanto nos lo
han hecho vivir que es nuestro niño, y nos lo han arrebatado. La maldad fue
capaz de hacer creer que el niño había sido raptado, al tiempo que consolaba al
padre de Gabriel. La maldad convivía con la familia: con la abuela del niño, con
la madre y con su padre, hablaba con la guardia civil, se informaba de todo y
trazaba la estrategia para no ser descubierta, lo hacía a espaldas de todo, ausentándose,
moviéndose de un lado para otro y dando muestras de apoyo a Ángel, el padre de
Gabriel, su actual pareja, ¿cómo se puede actuar de esa forma, habiendo matado
con frialdad a una criatura de ocho años?, ¿qué clase de bicho se ha de ser
para cometer tal atrocidad?
¡Qué difícil tuvo que ser para
esos padres seguir a su lado como si nada supieran!, lo digo porque trascendió
que las fuerzas del orden habían informado a los padres de Gabriel que la
principal sospechosa la tenían dentro de casa, a su lado y les acompañaba en
las búsqueda, en los comunicados a los medios, cuando eran entrevistados o
informados por los agentes, etc. ¡Cómo podía soportar Ángel los falsos
arrumacos que la maldad le hacía, siempre, delante de las cámaras para que
quedara constancia de que la maldad estaba con él y sentía el mismo dolor por
la desaparición del pequeño. La verdad se supo tras una trampa en la que calló
y fue arrestada con el cuerpo de Gabriel en el maletero, con la prueba que la
inculpaba además de las imágenes que los agentes habían tomado de todos los
movimientos del cuerpo de Gabriel, que la maldad había realizado aquella
mañana.
Lo cierto es que la maldad nos ha
quitado a Gabriel, “el pescaito”, para siempre, y el dolor y el vacío que deja
en la vida de esos padres ha de ser insoportable. Todos los españoles nos
hacemos eco de su dolor, pues de alguna forma nos ha afectado tan inútil crimen,
que ha puesto fin a una vida inocente, que ha truncado las expectativas que
pudiera tener, ha fulminado un futuro que ya nunca será… la maldad se ha
encargado de que no exista. Por las venas de la asesina no ha de correr sangre
sino cuchillas, y su cabeza no ha de albergar un cerebro humano sino el de una
boa constrictor. Ha cometido el acto de un animal salvaje y depredador, no ha
actuado como una persona, mucho menos como un humano. A todas las personas se
les presupone que son humanas, pero los hechos nos demuestran que no es
aplicable en todos los casos, este es uno de ellos.
Ya todo lo que diga es para nada,
puesto que lo importante es que Gabriel no hubiera tenido que vivir lo que ha
vivido. Gabriel ha tenido la mala fortuna de encontrarse con la maldad y ésta
ha puesto fin a su corta vida. Solo nos queda recordarle y, si su energía se
encuentra en algún lugar, estamos seguros que tan buen chico como le hemos
podido ver en las fotos emitidas por televisión, servirá para que la humanidad
evolucione y aprenda de sus errores. Gabriel, eres nuestro niño y siempre te
recordaremos… descansa en paz.
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