Tiene que ser posible vivir de un
modo diferente, apartado del capitalismo salvaje, donde los beneficios se midan
por el grado de felicidad de la población. Mi mente es capaz de imaginarlo, así
que de alguna forma puede llegar a existir, solo que hay poderes monetarios
contrarios a esa vía de satisfacción social. Es lo mismo que sucede con todo el
engaño en el que está envuelta la sociedad, seguro que es posible vivir desde
la verdad. También podríamos acordar vivir sin dinero, eliminarlo, tener otra
forma de trato para que nadie quedara atrás, pero el sentido de la exclusividad
de algunos, la envidia que sienten otros, el quererse diferenciar de los demás,
etc., no se lo permiten. Podemos vivir en colores o solo en tonos de grises, y
parece que hay mucha gente que ha proyectado vivir monocromáticamente.
Si los principios sobre los que
se fundamenta nuestra sociedad se debieron a sueños antiguos, hay que renovarlos.
Lo que está negro sobre blanco desde hace muchos años no es motivo suficiente
para que la infelicidad se acomode en nuestra sociedad y no deje vivir a las
personas. El fin de cualquier grupo de personas es llegar a tener sus
necesidades cubiertas y sentirse feliz, ¿por qué el fin de los gobiernos no es
el mismo? Ahí está la clave del éxito o el fracaso de los que gobiernan, en
cuanto hacen feliz o desgraciados a sus gobernados. ¿Necesitamos que nos
gobiernen?, esto habría que preguntárselo, ¿no os parece?, porque si a lo que
se dedican es a saquearnos y conseguir para sí mismos todo cuanto pueden de lo
que aportamos entre todos, no les necesitamos. Si nos dificultan la vida,
tampoco les queremos para nada. Si no nos resuelven los problemas, igual. Últimamente,
los gobiernos son mucho de este palo, van a lo suyo, descuidando a la sociedad,
sin importarles los que queden marginados, desahuciados, sin empleo, sin dinero
para vivir dignamente, etc. Los gobernantes aplican divinamente: “Ande yo
caliente, ríase la gente”.
La solidaridad y la decencia,
podríamos decir que no la conocen. La generosidad y la humildad, tampoco. Se
han creído con toda la razón para practicar maniobras delictivas y de
empobrecimiento, masivas. Esas son sus armas ante su pobreza intelectual, su
falta de valores y la carencia de sentimientos humanos. Atacan a la población,
les hunde, la empobrecen, la humillan y la traicionan. Están jugando a cargarse
un país, juegan con fuego, pero para cuando se les quemen las manos ya se
habrán retirado ricos, porque es a lo que vinieron a la política. El sentido de
servicio como una vocación, lo cambiaron por el de olfato especulativo, e
hicieron de la política una carrera profesional delictiva y de impunidad. Es
una lástima que esto sea así, porque loa años pasan y estamos perdiendo la
oportunidad de hacer algo diferente, de crear la sociedad justa para todos, la
sociedad de la verdad, la sociedad del bienestar general y el progreso. Vivir
mejor no está reñido con el trabajo digno, con los salarios decentes y con las
relaciones con amor, respeto, educación, etc. La precariedad de las personas
que gobiernan, hoy en día, está alcanzando a todos los órdenes de la vida. No
creamos que la precariedad es algo al margen de las capacidades mostradas por
nuestros gobernantes. La precariedad son ellos mismos y están reproduciendo en
la sociedad lo que son. Dicen que el tonto es el que hace tonterías, pues esto
es lo mismo: el precario crea un mundo de precariedad. El loco crea un mundo a
medida de su locura. El delincuente hace lo mismo. Afortunadamente, algunos
todavía podemos imaginar un mundo en el que todos podemos llegar a ser felices,
y no pensamos parar de hablar de ello con el ánimo de contagiar a cuanto más
mejor.
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