Mientras que los políticos no
tengan salarios similares a los de los trabajadores más humildes, demostrando
que han venido a la política por su vocación de servicio público y dejen de
percibir dietas y mamandurrias, así como que no tengan privilegios y se rijan
por la misma normativa que el resto de trabajadores, no sabrán lo que es
sentirse como un simple ciudadano o ciudadana y nunca se preocuparan de lo que
le suceda al pueblo porque a ellos no les afecta directamente los problemas de
la gente. Esto es de sentido común, tú para defender a la gente has de ser uno
más, debes tener las mismas condiciones o los mismos problemas. Es entonces
cuando los políticos se darían patadas en el culo para subsanar todo lo que
perjudicara a la ciudadanía, entre otras cosas, porque ellos sufrirían los
mismos problemas o inconvenientes.
Si en el momento actual, los
políticos son los señoritos del cortijo y sin despeinarse se van enriqueciendo,
moldeando la sociedad para beneficio propio, de sus partidos y de su tráfico de
influencia de amigos y familiares, no hay urgencias que valga, no hay prisas
por solventar cuestiones que solo atañen a la gente más sencilla o menos
pudiente. Precisamente, mantener esta fragmentación social posibilita que los
poderosos se sirvan de los más humildes y los exploten en su beneficio. Hay
esclavitud pero refinada, no aparecen las cadenas físicas, pero sí mentales en
forma de miedo a perder el trabajo, presiones y amenazas que algunos empresarios
saben usar y expresar, casi a diario, señalando la puerta de la calle a todo
aquel que ose reivindicar algún derecho que el empresario haya decidido,
unilateralmente, negar a sus trabajadores.
Hay algo que nos estamos
perdiendo de toda esta película que se han montado los políticos, hasta haber
llegado a conseguir ese sistema privilegiado y blindado. ¿Cómo pudo ocurrir?,
¿cómo nos dejamos engañar?, ¿cómo fuimos tan confiados pensando que nos iban a
representar e iban a luchar por nuestros derechos y nuestro bienestar?, ¿cómo
no advertimos a tiempo que nos saqueaban mientras nos entregaban migajas de
pan?, ¿cómo fuimos tan cautos que no nos dimos cuenta de su traición? El pueblo
se representa a sí mismo, no necesita los favores de nadie que venga a
clavarnos una espada por la espalda. Una cuadrilla de desalmados nos sale
demasiado cara, lo vemos a diario, sobretodo, en los tiempos que corren, hay
más corruptos que botellas de cervezas.
No creímos sus promesas y nos
engañaron. Les dejamos entrar en casa y nos robaron. Les exigimos que
cumplieran con sus obligaciones y nos calificaron de hacerles escraches, de ser
filo etarras o terroristas y nos pagaron con los palos de los anti disturbios.
Quisimos hablar, reunirnos y manifestarnos en su contra e hicieron la ley
mordaza para impedirlo. Hicieron amnistías para dar impunidad a la delincuencia
fiscal de ciertos amigos suyos, fue entonces cuando definitivamente se
cambiaron de bando… les importaba mucho más la gente con pasta, que los trabajadores
y los más desfavorecidos. Inventaron la impunidad y el manejo de la justicia a
su gusto para que quedaran impunes sus delitos. Nos robaron, nos empobrecieron,
endeudaron al pueblo, le metieron miedo en el cuerpo y se erigieron como los
únicos salvadores de todos los males que aquejaban a la población. ¡El
despropósito no puede ser mayor!
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