Ayer, una
amiga me recomendó que viera un par de videos de Ken Robinson, un docente con
una visión diferente de los sistemas educativos y de cómo se aplican en los
estudiantes. Dos conceptos llamaron mi atención: uno de ellos decía que si no
sabemos como será el mundo dentro de veinte años, cómo podemos estar educando
para entonces con planes de estudios actuales. El otro concepto que me llamó la
atención fue que el sistema educativo no sabía ni se paraba en descubrir el
potencial de cada alumno, y mucho menos en fomentarlo. Solo con estas dos ideas
expuestas, ya me hace preguntarme: ¿el sistema educativo va a lograr los
mejores profesionales?, ¿motiva a los alumnos?, ¿potencia sus cualidades
innatas? A la vista de lo que se desvela de los videos y en contestación a las
preguntas que me hago, llego a la conclusión que no será así.
Más grave aún
es el caso de los niños con falta de atención, muy posiblemente, porque lo que
tienen que aprender no les motiva, por esa falta de estudio de su persona, de
sus habilidades y gustos; por lo que eran llevados a los médicos y psicólogos,
que en lugar de descubrir aquello que les gusta o para lo que sirven, los someten
a largos tratamientos, que les anulan, les hace sentirse infelices y es muy
probable que les aboque al fracaso escolar. Todo ello, porque el sistema
educativo no está preparado para que se manifieste y potencie la creatividad de
cada individuo.
Y ya al margen
de estos videos, aprovechando ideas propias y conceptos aprendidos, vemos que
en los últimos años se ha volcado todo el peso en la importancia de los
estudios de ciencia, quedando relegados a un segundo o tercer término los
estudios de humanidades, y no digamos los, expresamente, artísticos. Pero no
todos tenemos las mismas facilidades para una misma materia, y todas las
habilidades deberían ser igual de válidas para poder desarrollar una vida plena.
El ser humano pierde identidad si ignora el conocimiento en todas las áreas,
incluida la formación espiritual (la conciencia del Ser), que no tenemos que
asociar, forzosamente, a las religiones. El hombre actual está incompleto y,
por tanto, no llega a conseguir el estado de felicidad que le corresponde;
trabaja en lo que no le interesa, y casi nunca llega a ser quien desea ser, o
quien siente que debería ser, si lo queremos llevar a un terreno más profundo.
Los temarios
que se aplican son rígidos y, generalmente, obsoletos. No siguen la rápida
transformación o evolución, sobre todo en las materias técnicas o científicas;
es por ello, que los estudiantes al finalizar sus estudios se encuentran
desfasados, inseguros para afrontar un puesto de trabajo de su especialidad.
Los estudios se deberían realizar trabajando en aquella profesión al mismo
tiempo que se adquieren los conocimientos, solo así cuando los planes de
estudios contemplen que los alumnos tengan horas de teoría y prácticas reales
en el medio laboral, no en laboratorios o talleres dentro de las facultades,
sino en empresas, en centros de formación, etc.; solo así, digo, podrán
finalizar los estudios y tener la suficiente experiencia laboral como para
abordar, satisfactoriamente, las tareas que les exija su profesión. Aún así les
faltará crecer interiormente, la asignatura pendiente de los sistemas educativos
deshumanizados y pobres en valores, que se imparten en nuestros centros formativos.
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