Últimamente,
no sé que sucede con el Servicio Andaluz de Salud, que falla más que las
consabidas escopetas de la feria. Lo cierto es que cuando caminas por las
plantas de los hospitales solo ves a médicos y médicas que parecen latinos, es
como si a los titulados nacionales se los hubiera tragado la tierra, y lo
cierto es que a la vista de ciertos casos graves surgidos a mi alrededor, me da
mucho que pensar. No les culpo directamente a esa plantilla joven y extranjera,
pero se echa de menos la solera de la veteranía de la ciencia médica, que antes
era tan habitual en cualquier ala de cualquier hospital.
Un vecino y
amigo me avisa un día, incapaz de conducir su coche y dirigirse a su
ambulatorio, para que hiciera el favor de llevarle al servicio de urgencias.
Cuando llego a su casa, le veo medio asfixiado y muy nervioso. Le invito a que
se calme un poco, pero a aquel hombre le faltaba el aire y estaba viviendo un
momento terrible. Le llevé hasta tres veces, en tres momentos diferentes al
servicio de urgencias de su ambulatorio. Los médicos que le veían, le
inyectaban un corticoides y le sometían a un tratamiento de unos diez o quince
minutos de oxigeno con algún broncodilator aplicado en la mascarilla. Cuando se
agotaba el liquido aplicado, el sanitario le retiraba la mascarilla y le dejaba
marchar a casa, no sin asfixiarse cada dos pasos, algo que me resultaba
incomprensible. Le volvía a dejar en su casa, un poco mejor, muy poco, hasta
que pasado dos o tres días me volvía a llamar, tal como dije antes hasta
llevarle en tres ocasiones.
La tercera vez
actuaron del mismo modo, pero cada vez que íbamos, mi amigo podía dar menos
pasos seguidos, apenas se levantó, una vez finalizado el tratamiento, ya estaba
asfixiado. Así que pasé a hablar con la médica, era mujer en esta ocasión, y le
dije que lo que le estaba sucediendo a mi amigo no era normal, era imposible
que tras el tratamiento mi amigo no pudiera moverse por la falta de aire, que
era la tercera vez que veníamos al servicio de urgencias, y que esto no iba
nada bien. La doctora me pidió que le dijera a mi amigo que pasara de nuevo a
la consulta, ante la insistencia que le mostré comenzó a auscultarle
detenidamente, y pudo cerciorarse de que un pulmón no estaba funcionando, no lo
dudó e hizo un parte para que fuera atendido en el Hospital Universitario
Virgen Macarena.
Nos desplazamos
inmediatamente hacia el hospital, donde le atendieron, ante mi asombro, con
bastante celeridad. Primero estuvo unas dos horas en observación y, al final,
le pasaron a planta. Estuvo una semana y le diagnosticaron una bronquitis
obstructiva y le mandaron a su casa con una máquina eléctrica que fabricaba
oxigeno. Pasaba a verle por su casa cada mañana, pero lo cierto es que no
mejoraba. Al cabo de unos días, cuando pasaba a visitarle, me dice que ha
pasado una noche fatal, con muchos dolores, tanto en el pecho con en la zona
abdominal y llamo al ambulatorio para que pase el médico de urgencias a verle.
Lo cierto es que en una media hora una doctora estaba atendiéndole, quien no
duda en volverle a remitir al hospital, pues mi amigo le indica que a los síntomas
conocidos se unía lo que parecía una obstrucción intestinal.
Una vez en el
hospital, como era la segunda vez que lo pisaba en el trascurso de dos semanas,
comienzan a hacerles estudios más profundos y descubren que la bronquitis
obstructiva era un tumor en los bronquios, y que el dolor abdominal era otro
tumor en el estómago. Lo lamentable es que ya estuvo unos días antes ingresado
durante una semana sin que le diagnosticaran correctamente, amén de las tres
veces atendidos en los servicios de urgencias de su ambulatorio. Trágicamente,
murió al octavo día de este segundo ingreso en el hospital, el mismo que le dio
el alta la semana anterior. Esto viene a corroborar el sentir que tenemos
algunas personas, que el Servicio público de salud andaluz está herido de
gravedad.
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