Una muestra
más de que la ley no está hecha para poner fáciles las cosas a los ciudadanos
es el voto por correos, especialmente cuando la persona que desea ejercer su
derecho, se encuentra con movilidad reducida, impedida, etc. Ayer, fui a
visitar a mis padres y me manifestaron que deseaban votar por correos, puesto
que mi madre lleva unos meses que casi no puede dejar la cama, debido a los
dolores provocados por una caída y sus consecuencias posteriores. Lo primero
que hice fue consultar por Internet en mi teléfono móvil, cómo se debía de
actuar. Fui a una oficina de correos a pedir las dos solicitudes, y cuando el
trabajador de la oficina de correos me hacía entrega de las mismas, le pregunté
acerca del caso de mi madre, y ahí comenzaron las dudas, pues en el caso de
personas que no puedan ir a las oficinas de correos a entregar la solicitud,
una vez rellena, han de presentar un certificado médico y un poder notarial a
favor de la persona que viene a entregarla en su nombre. Todo ello, gratuito,
según me indicaba el funcionario o empleado de correos, informándome que fuera
a su médico para que me hiciera el certificado y que eso pondría en marcha lo
del notario, algo que no es así. Esta conclusión la ofreció tras consultarle a
alguien que tenía un despacho independiente de los mostradores, que más bien
parecía el jefe de aquella oficina de correos.
Cuando estaba
de vuelta en casa de mis padres, procedí a cumplimentar los documentos que me
habían dado, un juego para mi padre, y otro para mi madre. Ahora quedaba
solucionar el entuerto del certificado médico y el notario, así que llamé a la Delegación de la oficina del censo
electoral, centro neurálgico de toda la operativa que tiene que ver con el voto
por correos, y me indican que una vez rellenos los documentos facilitados en la
oficina de correos, debía llamar al colegio médico para que mandaran un médico
a expedir el certificado médico; cito palabras textuales, y que posteriormente
llamara al colegio de notarios para que enviaran a un notario a casa de mis
padres, así que me facilitaron los números telefónicos de ambos colegios, el de
médicos y el de notarios.
Llamo, en
primer lugar, al colegio de médicos; le comento mis pretensiones siguiendo
instrucciones de la Delegación de la oficina del censo electoral, y me dicen
que tengo que ir por allí a recoger un certificado, para posteriormente ir al
médico de mi madre para que lo complete. Insisto en lo que me habían dicho en
la Delegación, acerca de que ellos debían enviar un médico para que hiciera el
certificado, y contesta que eso no lo hacen ellos. Le ruego que lo consulte con
algún departamento del colegio médico, y me dice que ellos solo facilitan el
documento del certificado, y vuelve a decir que debo ir al colegio a por él.
Termino la llamada en ese punto y me comunico con el colegio de notarios,
sucediendo algo parecido, hay que ir al colegio a solicitar “un turno” y
posteriormente un notario haría un poder para la persona que fuera a entregar
la solicitud de voto por correo. De nuevo, el ciudadano, tendría que molestarse
en ir de un lado para otro, y ninguna versión coincidía lamentablemente;
ningunos de los actores intervinientes hablaba de los mismo, ni correos te
decía con exactitud cómo se solucionaría aquel servicio, pero tampoco lo hacía
la Delegación de la oficina del censo electoral, y los colegios tenían sus
propias normas.
Llegados a
este punto, vuelvo a llamar a la Delegación de la oficina del censo electoral y
les indico que llamé hacía unos minutos, que había seguido sus instrucciones
pero que las cosas no eran como ellos me habían indicado, que no vendría un
médico ni un notario con solo llamar a sendos colegios profesionales y, que una
vez más, era el ciudadano el que tenía que molestarse porque el sistema, una
vez más, demostraba no estar al servicio de las personas sino al contrario. La
funcionaria que me atendía me dijo que lo comprendía pero que esa era la ley electoral
existente, y que solo actuaban según la misma; a lo que le añadí que me
permitiera el siguiente comentario, sin hacer uso de colores y siglas, pues era
muy lamentable que llevaran años sucediéndose los partidos políticos y ninguno
cambiara la ley para facilitarle las cosas a los ciudadanos. Lo reconoció y ahí
terminó la conversación telefónica y la aspiración de que mi madre votara por
correos.
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