Ya pudimos ver
ayer por la noche el debate a cuatro, ¿y qué?, tanto bombo y platillo para un corre
pasillos, en el que los cuatro líderes de los partidos políticos tuvieron que
hablar de prisa y corriendo. Abordaron varios bloques, sobre los que poco se
podía hablar porque se terminaba el tiempo, y todos querían hacer valer su
partido mientras desmerecían al de los otros. Tantos preparativos y tanto
gasto, incluido tres moderadores, para algo que decía tan poco, que era pobre en
contenidos. No sé si servirá o ayudará a los indecisos a declinar el color de
sus votos, o les creará mayor confusión.
Esto es ridículo,
es hacer un debate por hacerlo y por conseguir un pico de audiencia, pero para
nada más es útil. Si se quiere proporcionar una ayuda a las personas que
todavía no saben a que partido van a dar sus votos, hay que hacer algo serio, debates
de fondo sobre contenido de programas. Seguimos echando de menos las formulas
que se supone tienen los partidos para conseguir más empleo, más cotizaciones a
la Seguridad Social, o cómo van a acabar con la corrupción y los abusos, vengan
de donde vengan. Ninguno de los intervinientes ofreció una exposición didáctica
y entendible, aunque el que más cerca estuvo de conseguirlo fue Albert Rivera.
Creo que fue el que más eficazmente aprovechó sus intervenciones, pero con un
exceso de descalificaciones hacia el PP y PODEMOS.
Fue un todos
contra Rajoy, y un todos contra Iglesias, principalmente el debate tenía esas
directrices; o sea, más de lo que ya solemos escucharles a todos ellos y casi
nada nuevo, interesante, sorprendente o estratégico. Es por eso que no puede
ayudar a nadie a salir del posible bloqueo electoral. Ha resultado una
pantomima teatral, cada personaje con su papel, a veces aprendido a medias y
sin tiempo para hacer exposiciones amplias y con contenido. Yo estaría más de
acuerdo con que los líderes de los diferentes partidos políticos tuvieran que
hacer su campaña en televisión, cada día entre las 20h y las 22h. Abordando
cada tema de interés para la ciudadanía con tranquilidad, atendiendo menos las
manillas del reloj y, mucho más, lo que interesa conocer de cada programa.
Rajoy trata de
seguir viviendo de la falsa recuperación económica, que se ha fundido la caja
de las pensiones, que ha duplicado la deuda pública y creado un escenario dantesco
de precariedad laboral al que llama: crear empleo.
Sánchez vive
de la renta de haber sido un partido que ha puesto en marcha muchas leyes de
ámbito social, de culpar a Rajoy y a Iglesias de no estar ya sentado en el
sillón presidencial, y olvida cuando hace promesas, que ya han gobernado muchos
años y siempre han olvidado modificar las leyes a favor de la ciudadanía y en
contra de los defraudadores.
Rivera ataca
continuamente a Rajoy y a Iglesias por que le sigue interesando que el pacto
con los socialistas se vuelva a renovar en la nueva investidura. Es, quizás, el
que más detalles de su programa mostró a los ojos de los televidentes, no sin
apoyarse en cantidad de fotocopias que tenía en su atril, dispuestas para hacer
más efectivo su ataque a los extremos.
Iglesias, no
dijo nada que no se le hubiera oído con anterioridad, no me gustó, esperaba
algo más brillante, pero no supo aprovechar sus intervenciones más que para
brindar su mano a Sánchez.
Este formato
televisivo en el que no hay tiempo para desarrollar ningún tema, evidentemente,
poco aporta además del morbo de los enfrentamientos, que tal vez sea lo que
persigan las emisiones poco ambiciosas. Seguramente, alguien en un grupo de
amigos, en petit comité, diría: ¡Vaya cagada!
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