Los grandes
almacenes ya van exhibiendo en sus tiendas la ropa para el otoño-invierno, tal
como manda el Marketing, así los medios de comunicación para llevarnos
acelerados, comienzan a difundir las profecías del barómetro del CIS. Realizan
dos mil quinientas llamadas y preguntan acerca de la intención de voto, a
partir de ahí sacan sus conclusiones y comienzan a emborronar el terreno de
juego y la cabeza de la audiencia.
Esto es
tremendo, la velocidad y ansiedad que repercuten en la ciudadanía, y si lo han
disparado ya, lo peor está por llegar: “dos meses de ruidos y profecías”. ¿Pero
cómo se atreven?, si ya pudimos comprobar como pifiaban, para las últimas
elecciones, todas la empresas de encuestas del país. A los medios les viene
extraordinariamente bien, que las empresas demoscópicas estén vomitando datos,
que aunque sean poco rigurosos, dan juego para debatir, marear la perdiz y a los
futuros votantes. Horas y horas de emisión basadas en supuestas tendencias
electoralistas, para finalizar diciendo que los posibles resultados que se
obtendrían serían muy parecidos a los del actual bloqueo. O sea, que iremos a
por las cuartas, las quintas… ad infinitum, si no deciden modificar las
obsoletas reglas del juego, porque ya han demostrado que son inservibles, al menos,
en materia de investidura para la elección de Presidente del Gobierno.
La ciudadanía
es la que no se equivoca, vota lo que ha querido votar, ha dado pluralidad al
Parlamento, y el resto es responsabilidad de los políticos y, por supuesto, es
responsabilidad de la ley actual que encorseta las formas a un estrecho
pasillo, por el que no todos están dispuestos a transcurrir. La ley iba bien
cuando el posible reparto de poder se daba entre dos partidos, pero se muestra
inútil ante la representación multicolor salida de las urnas. Y van dos
elecciones en las que se reitera el deseo de los ciudadanos, ¿no es mejor
ponerse de acuerdo para cambiar las normas viejas por otras más creativas y democráticas?
Antes había
dos fuerzas de peso que podrían parecer sendos hilos que podían pasar, no sin
cierta dificultad, por el ojo de la aguja; pero en la actualidad hay varios
hilos más y no hay forma de que pasen todos por el mismo orificio. Es un símil,
que puede aproximarse al panorama que tenemos, o tiramos la aguja o agrandamos
el agujero, o no obligamos a que los hilos tengan que entrar por un lugar determinado.
De cualquier forma, siempre tendremos el impensable cambio que todos propugnan,
pero que ninguno pone en marcha. Hablan y no actúan, así no se mueve nada.
Lo que sé es
que hay cantidad de gente ganando un buen sueldo, teniendo trabajo unos meses y
cobrando un equivalente al desempleo porque las legislaturas finalizan pronto.
Partidos recibiendo una subvención por número de diputados obtenidos en cada
elección, y ninguno propone modelos lógicos y democráticos (que respeten en
grado sumo la decisión del pueblo). Cuando con un método solo alcanzas unos
resultados determinados y tú pretendes otros bien diferentes, es evidente, que
debes hacer algo totalmente distinto. Un auténtico político ha de innovar como
se hace en todos los campos y sectores, si no es así es porque ese solo quiso
obtener un sillón para tocarse los cataplines; hace no mucho un político se
expresó, más o menos, en esos términos.
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