Partiendo del
punto de vista real de que cada persona es diferente, en cuanto a que tiene
intereses y prioridades que la diferencia de los demás; me atrevo a pensar que
al margen de eso hay objetivos que a todos nos vienen bien. Digamos, por
ejemplo, la consecución de un trabajo que nos permita vivir de un modo
desahogado, o tener un buen sistema educativo, una sanidad de primera, una
ciudad limpia o unos políticos que gestionen nuestras decisiones sin que tengan
que meter la mano en la caja.
Siguiendo
respetando ese punto de vista plural, si no nos unimos solidariamente a las
acciones que propongan los demás, asimismo, los demás tendrán que hacer con las
que propongamos nosotros; no alcanzaremos ningún objetivo que no nos quieran
conceder. Es solo cuestión de peso, por llamar de alguna forma al mayor o menor
agrupamiento de personas en la consecución de sus objetivos. Solo la cantidad
marcará el paso y obligará a los políticos a que presten la suficiente atención
a lo que quiera la ciudadanía, porque el número se convierte en poder.
Esto nos debe
hacer pensar, para que en próximas ocasiones dejemos a un lado nuestras
matizaciones y apoyemos en conjunto las acciones y peticiones ciudadanas. Muchos
de nosotros estamos más cómodos en nuestras casas, sentados en nuestros sofás y
viendo nuestra televisión, leyendo o escuchando la radio, pero si la sociedad
no se mueve unida en la consecución de lo que interesa a la ciudadanía solo nos
llegarán o nos beneficiaremos de las migajas que nos quieran dar. Debemos
darnos cuenta de que todo esto existe porque nosotros lo hacemos posible,
nosotros lo mantenemos, ponemos el dinero para ello. Sin embargo, no tenemos
las riendas que marcan la dirección hacia donde camina la sociedad actual; las
riendas están en manos de una minoría y la dirección se corresponde, en gran
medida, con los intereses propios de esa minoría.
La ciudadanía
ha de ser un cuerpo sólido cuando se trate de defender lo nuestro, nuestros
derechos, nuestros dineros y todos los servicios públicos que hemos ido
generando a lo largo de la historia de nuestro país; gracias a unos y otros,
pero sobretodo, gracias a nosotros los ciudadanos que lo hemos hecho posible.
Creo que nos falta ese sentir que las Instituciones son nuestras, que han sido
creadas para un fin social y no como viene siendo: el negocio o el tráfico de
influencias de unos pocos. Así que cuando alguien pida firmas para algo que es
justo, aunque en estos momentos le esté sucediendo a él, no debe recoger cien o
doscientas mil firmas, sino veinte millones de firmas. Cuando alguien o alguna
asociación, organización, etc., convoque una movilización, no es para que
salgan a la calle cinco o diez mil personas, sino para que nos manifestemos
veinte millones de españoles. Vuelvo a repetir, que el número importa, porque
el número es poder, y en todas las ciudades españolas se deben de manifestar
casi la totalidad de la población adulta si queremos que las cosas cambien, y
si pretendemos que el poder resida en la ciudadanía, para que no puedan seguir
haciendo con nosotros y con lo que es nuestro, el troceo que vienen haciendo.
Está en
nuestras manos, en nuestras piernas y en nuestras cabezas el seguir progresando
y desarrollando una sociedad digna y justa para todos, o que siga siendo el
vergel de unos pocos. Ha de ser una lucha sin violencia, pero constante y en
número, aplastante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario