Poca vergüenza,
no, lo siguiente. Así es como se muestran algunos chavales de mi urbanización en la
piscina, cuando se reúnen unos pocos. Retan una y otra vez al socorrista, que
se ve en la obligación de llamarles una, dos y cien veces la atención; mientras
tanto las madres y los padres se encuentran en el recinto de la piscina, unos
dentro del agua y otros en el césped, ninguno de ellos les llama la atención, a
pesar del bochornoso espectáculo de poca educación que protagonizan sus hijos.
Los chavales
ya vienen entrando en la adolescencia: trece, catorce o quince años y, una vez
más, ponen en evidencia la educación recibida por sus padres. También debe
suceder que ningún padre o madre quiere ser el primero en llamar la atención a
su hijo, como para no sonrojarle delante de sus amigos y amigas. El caso es,
que sea por lo que sea, parece que les da lo mismo ser una pandilla molesta
para el socorrista, en primer lugar, y para el resto de personas que bajamos a
la piscina para refrescarnos y tener un rato de encuentro y tranquilidad. Eso
es imposible, porque ya están estos desarmados y mal educados, como acaban de demostrar,
para impedir que las personas normales podamos disfrutar en paz de lo que es de
todos.
A veces si le
refieres esto a alguien te dan algunos argumentos: son días especiales, es una
fiesta, son chavales, etc., pero a mi no me valen dichos argumentos y,
seguramente, a ellos tampoco si ellos hubieran sido el socorrista, que hubiera
tenido que soportar la insolencia de una pandilla de maleducados. Esto es
posible que les hiciera cambiar de opinión a muchos de los padres y madres si,
por un momento, se hubieran puesto en el pellejo de esa persona que tenía que
estar constantemente llamando la atención a una banda de malcriados que tenía
enfrente. Y lo más indignante ha sido la indiferencia y pasividad de cada uno
de los padres y madres, que estaban presenciando la bochornosa secuencia.
Cuando esto sucede da mucho que pensar: ¿no los educan, o ellos mismos carecen
del nivel mínimo deseable para vivir en sociedad?
Si no cuidamos
de mejorar a las personas que nos sucederán, el detrimento social que nos
espera es para quitarse de en medio. La educación no se tiene un día sí y otro
no, ¡o se tiene, o no se tiene!; la persona educada, lo es los trescientos
sesenta y cinco días del año, aunque todos tengamos altos y bajos o malos
momentos. Todos podemos meter la pata algunas veces, o muchas veces, a lo largo
de nuestras vidas, pero la diversión de unos no puede significar la humillación
de otros. Las gracias de unos no pueden sustentarse en la falta de respeto
hacia otros. Todo tiene su límite, pero para eso están los padres si la edad
del hijo no le permite frenar a tiempo, al menos cuando los padres están
presentes. ¿Cómo se debe interpretar el hecho de que los progenitores no llamen
la atención ni una sola vez a sus hijos, a qué altura queda cada uno de aquellos?
Los niños por
separados son manejables, entran en razones, pero se juntan y se desmadran,
siempre hay algunos que destacan, toman la bandera y avanzan, van tirando de
los demás y van provocando. En esas edades todos sabemos que son difíciles,
pero una broma es una broma, dos, incluso tres, pero el chuleo es de tener poca
vergüenza, sobretodo cuando se dirige hacia personas mayores a las que se les
falta el respeto.
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