Hoy quiero
poner la atención de ustedes sobre una costumbre frecuente, que casi todos los
padres hacen de un modo muy complaciente hacia sus hijos. Cuando los padres
organizan un cumpleaños de sus hijos, suelen poner cantidad de basura en la
mesa para compartirla con sus propios hijos y con los amigos y amigas de los
mismos. Las mesas se abarrotan de todo aquello que nunca se debiera ingerir:
batidos, refrescos, dulces, pan de molde, chacinas, patatas fritas, cortezas,
gusanitos y cantidad de otras porquerías. Perdonen que les llame así, pero a mí
me enseñaron a llamar a las cosas por su nombre.
Cualquiera de
las porquerías citadas están atiborradas de “E” (aditivos artificiales para
potenciar el sabor, dar color, etc.), muchas otras exceden los niveles
saludables de edulcorantes o azúcares, aunque el azúcar nunca es saludable en
nuestro cuerpo, pues para ser metabolizada necesita robar calcio a nuestros
huesos, resultando caries y osteoporosis (debilitamiento del grosor de los
huesos). El resto de los alimentos de las celebraciones solo aportan grasas
acumulables en el cuerpo de los críos, pero es que somos así de zoquetes, no
queremos aprender pero sí queremos estar sanos comiendo porquerías, y esto ya
va también por los mayores. La salud comienza por cuidar lo que comemos, ya es
muy frecuente que nos excedamos y después tengamos que echar mano del Almax o
el Omepraxol (antiácidos y protectores de estomago) y mientras tanto la erosión
del tejido de nuestro aparato digestivo es irremediable, teniendo malestar, produciéndose
gastritis y ulceras, a la vez que nos hacemos esclavos de los fármacos. La
pastillita que te la tomas inocentemente, como si ese gesto fuera algo sin
importancia, cuando lees el correspondiente prospecto te caes de espalda: te
puede afectar al páncreas, al hígado, a los riñones, etc… miedo te da.
Los niños no
pueden seguir siendo el basurero de la inconsciencia de los padres y de las
autoridades que deberían haber prohibido la comercialización de muchos
productos que son perjudiciales para la salud de las personas. Lo que sucede es
que las autoridades que tienen que velar por la salud de todos nosotros están
pagadas por grandes multinacionales, tanto farmacéuticas como del ramo de la
alimentación, por eso es aparentemente legal consumir verdaderas bombas nocivas
y tóxicas para nuestro organismo. Un simple refresco puede tener casi cuarenta
gramos de azúcar, que es una barbaridad y el niño en un cumpleaños se bebe
varios. Ahora su páncreas se tiene que esforzar a tope para tratar de
neutralizar el azúcar con la insulina, para que los niveles de azúcar en sangre
no asciendan por encima de lo que podría resultar un shock. Además, como dije
antes, para metabolizar tal cantidad de azúcar sus huesos se debilitan, padecen
de caries dental y más dinero en dentistas.
Ya que tenemos
unas falsas autoridades velando por nuestra salud, tenemos que ser los padres
los que eduquemos a nuestros hijos, y educar no solo es que saluden o muestren
mejores modales, sino que es también enseñar pautas de vida saludables,
comprender la importancia de vivir de un modo adecuado, beber y comer lo que
necesita el cuerpo y lo que es natural para él. Para ello hay que informarse,
leer un poco, ser consciente de lo que está en juego, que no es precisamente un
asunto menor: la salud, y poner sobre la mesa alimentos sanos, acostumbrar a
nuestros hijos e hijas a comer sanos: pan integral, verduras, frutas, cereales,
frutos secos, leche de almendra, bebida de soja, aceite de oliva, ensaladas,
etc. De los malos hábitos viene el sobrepeso y las enfermedades.
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