Vivimos en un
mundo que tiene las dos vertientes, la de aquellos que hacen el bien y, otra
bien distinta, la de los que hacen el mal. Hay personas que proyectan y
realizan acciones dirigidas para ayudar a los demás, y hay otros que solo
tratan de ayudarse a sí mismos aunque perjudiquen a terceros. Por encima de
estos hay otros que hacen el mal con mayúsculas, se prestan a las misiones más
descabelladas que se te puedan ocurrir: gasear poblaciones, degollar, asesinar
por encargo, bombardear pueblos o ciudades, etc.
Tratar de
mirar en nuestra mente todo lo que sucede al mismo tiempo es bestial, es de un
peso insoportable que te hace pensar que la inteligencia del ser humano se ha
perdido. No comprendo a la gente vacía que se presta a realizar las tareas más
negras, tenebrosas y horripilantes. No comprendo a todos aquellos que solo
luchan por alcanzar sus objetivos sin tener en cuenta a nadie más, como si
vivieran solos en este Planeta. No entiendo como se puede llegar a obviar tanto
a la humanidad, cuando somos un conjunto indivisible que camina junto, aunque
algunos se nos queden rezagados.
Como ser único
me siento obligado a hacer algo, y al mismo tiempo siento la impotencia de no
saber qué hacer para conseguir enderezar el rumbo. Quiero que la humanidad
despierte y vea lo que está haciendo, en lo que se ha convertido todo este
supuesto libertinaje y lucha de potencias o poderes. Que cada cual perciba su
papel en este mundo, que nos veamos a nosotros mismos, y comprendamos qué
estamos haciendo con nuestras vidas y con las de los demás. Qué derechos
tenemos sobre la vida de otros, cuánto estamos respetando o no a los demás. Si
estamos acertados o vamos en una dirección totalmente errónea, pero sobre todo,
que tengamos voluntad para rectificar. Es necesaria la finalización de la
rivalidad entre razas, creencias e ideologías, no solo porque lo digan las
leyes, aunque después haya muchos que no las cumplan, sino porque la violencia
no lleva a ningún lugar decente que se pueda tener en cuenta, ni nos aporte
felicidad.
Podemos y
debemos ser mucho mejores, para con nosotros y para con los demás. Cada acción
nuestra repercute a los demás de algún modo. Obsérvalo en tu día a día, verás
que cuando haces algo tiene unas repercusiones, y cuando tu vecino hace algo…
tiene, igualmente, unas repercusiones. Este simple, pero cercano ejemplo, nos
demuestra que es así. Por tanto, utilicemos nuestras cabezas para hacernos la
vida más agradable los unos a los otros, y en lugar de rivalizar o competir,
colaboremos, ayudémonos, avancemos todos juntos. Proyectemos una vida mejor
porque es posible, pensémosla e incluyamos a todos sin distinción de clase,
religión, ideología, sexo, etc. Hagamos realidad una humanidad unida, que se ama
y que desea progresar al unísono sin dejar a nadie atrás. Todos somos
importantes, auténticos y genuinos. Todos servimos para algo que somos capaces
de desarrollar de un modo único, aunque todavía no sepamos de qué se trata.
Debemos sentir, con nuestro pensamiento, que abrazamos como nuestros amigos a
todos los habitantes del Planeta; es hermoso imaginarlo mentalmente. ¿Acaso
veis que el Sol nos de energía a unos y dispare contra otros?, ¿por qué lo
hacen los humanos? Los humanos dicen amar a los suyos, al mismo tiempo que
humillan, explotan o matan a otros. Esto no tiene explicación racional, debe
tener sus raíces en males mentales, en supersticiones, en envidias y odios
fundados y no reales. Nadie tiene derecho a hacer daño a nadie, sencillamente,
porque el otro es igual que tú. Cuando lleguemos a comprenderlo estaremos en
otro nivel.
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