De nuevo en la encrucijada, los
partidos políticos se comienzan a enrocar, se envuelven en intereses de partido
y andan con tiento para que la acción que pudieran realizar siempre vaya a
favor de conseguir votos en el futuro… ¡a la gente que le den! Mientras esto
bloquea la vida política de un país porque hay cantidad de gente que no sirve
para los cargos que ostentan, la vida se afea. Desfile de corruptos por la
Audiencia esperando les concedan dormir una noche más en casa, algunos mandan
salir al público de la sala y apagar las cámaras, a ver si de esa forma puede
embaucar al Sr. Juez y al fiscal. Mientras los corruptos se encaminan para
pasar una temporada entre rejas, los independentistas llenan las playas de
Cataluña de cruces amarillas y, cuando son prohibidas, lo hacen de toallas
amarillas que tienden sobre la arena imitando cruces. Los del otro bando, los
españolistas, hacen lo mismo, llenan las playas de banderas constitucionales y
ya tenemos choque de frentes.
Lo cierto es que el PP está
acabado y, no está fundido, porque C’s le hace la respiración boca a boca en su
maniobra de reanimación de ciertas políticas que se corresponden con un sistema
que ha petado, que está roto y que solo esperamos algunos que salte por los
aires porque no tiene recomposición posible. La regeneración es el cuento de la
lechera, tanto… tanto, la han aireado articulando palabras y buenas
intenciones, que de ahí no ha pasado… la regeneración se ha roto, la corrupción
se ha impuesto y el sistema ha degenerado en sistema podrido.
Lo mejor del día para mí ha sido
el rescate en Francia de ese chico de corta edad, agarrado y suspendido de los
hierros de un balcón de un cuarto piso, hasta donde un chico de color ha
trepado sin medios de seguridad, a pulso, sin premeditar nada y siguiendo su
humanidad y el deseo de salvarle de una muerte segura. El héroe es un joven
africano, inmigrante sin papeles, de esos que muchos “patriotas” quieren echar
a patadas de vuelta a su país… uno de esos, tuvo que subir de balcón en balcón,
en un tiempo record de poco menos de treinta segundos, sin arnés, solo
acompañado de los aplausos y las voces que le animaban, conscientes del riesgo
que estaba asumiendo por salvar la vida de un niño… ¿dónde estaban los
patriotas que podrían hacer lo mismo por otro como ellos, otro francés? Abajo
había muchos mirando, pero fue el joven inmigrante “ilegal”, como les gusta
calificarles a esos que no estaban allí para poner a salvo al niño, o estaban
acojonados, el que no se lo pensó dos veces y comenzó a escalar de balcón en
balcón,. Pues este gesto humano o casi sobrenatural, le ha valido el
reconocimiento por parte del Gobierno francés y, según ha trascendido por los medios,
los papeles para convertirse en ciudadano francés de pleno derecho y un empleo
en el cuerpo de bomberos… capacidad y valentía tiene para ello, como acaba de
demostrar… ¡me alegro muchísimo por él, le felicito!
Ahora, después de esta gesta,
cómo podemos retomar la dicotomía política, los sinsabores y la lejanía a la
que se han situado los personajes del guiñol político de la sociedad española
en el que se representa la obra: No te
echo cuenta, te apuñalo, te robo y me vuelvo a casa millonario y con sueldo
vitalicio.
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