Me siento apátrida, soy parte del
todo llamado humanidad, no me sirven los conceptos de patria, fronteras o
defender los míos, porque los míos somos todos. No me valen las banderas ni
rivalidad entre países, quisiera la colaboración entre todos para avanzar más,
para progresar más, y todo lo que se descubra debe ser de todos y para todos,
no para hacer negocio de ello. Es necesario que se reparta la riqueza, por
igual, entre todos. Todos los seres que poblamos el Planeta Tierra tenemos
derecho a vivir en condiciones semejantes y, a ser posible, sin que exista la
espada de Damocles llamada dinero.
Mi ser no es español, ni andaluz,
ni se le puede calificar de ningún modo, es inclasificable, es una unidad de
inteligencia, energía y vida, es eso lo que soy, que ni siquiera tiene nombre…
simplemente, es. Cómo voy a estar de acuerdo con la barbarie egoísta existente,
esto es una escabechina que se dedica a cribar por clases. Se clasifica a los
vehículos físicos, se castiga a los cuerpos, se condenan a diferentes formas de
vida cuando todos somos lo mismo, algo que se les está pasando por alto a
algunos que se han creído poder hacer de todos nosotros lo que quieran.
Solo un objetivo: que vivamos lo
mejor posible, en las mejores condiciones posible… ¡todos!, algo que tampoco algunos
han llegado a comprender. Muchos hacen daño a otros, juegan constantemente a
ganar solo ellos, no tienen en consideración a los demás, no les respetan, no
tienen educación, no tienen valores humanos, no aman… están perdidos. Esos hacen
destrucción, hablan destrucción, conducen a sus pueblos hacia la pobreza y el
desencanto, y las personas que no se situaron, todavía, en su ser, que no
perciben desde él, se dejan arrastrar y se deprimen, se acoplan como pueden al
nivel de energía que les han dejado. Esto sucede porque no se viven como la
energía que son. La energía de vida es la que es, ni triste ni alegre, solo
energía para transitar en esta existencia. Cierto es que esa energía lleva implícita
la inteligencia de saber qué hacer, conoce, está conectada a la fuente de todo
lo que es. Conforme vivamos más conscientes, siendo ella, mayor plenitud y
mayor afloramiento de valores humanos experimentamos. Llegamos a ser amor
cuando estamos totalmente presentes y sentimos a la humanidad, nos importa lo
que le pueda suceder porque nos está sucediendo a nosotros de algún modo. Nos
duele lo que le sucede a nuestros semejantes y pretendemos lo mejor para los
demás, pensamos en ellos, les sentimos, les amamos, sabedores de que todos
somos vida.
Si te llenas de temores y
egoísmo, si te programaron erróneamente, llega a verlo, puede cambiar, apártate
de lo superfluo, ve a lo esencial, no hay nada afuera, búscalo dentro de ti, eres
maravilloso/a… es cuestión de estar en una frecuencia o en otra. Vibra en la
frecuencia en la que se da la vida de verdad y serás cada día más estable, te
sentirás más sólida, experimentará más plenitud, necesitarás menos, serás más
feliz y amarás más. Por eso decía al principio que no te dejes agarrar por los
apegos tontos de esta sociedad estúpida. No soy de ningún lugar que me pueda
exigir perder mi vida por salvar qué… No soy tan estúpido como para seguir
ciegamente a los que desean matar a seres humanos. No me dejo clasificar con
facilidad, no siento apego por los grandes temas que mueven a las masas. No
cambia mi pensamiento, mejor dicho, mi sentimiento hacia la humanidad y el
proyecto mundial, en el que todos somos lo mismo y si hay algo que repartir, a
todos nos debe corresponder lo mismo. Nadie se merece quedar atrás o ser
abandonado. Estos conceptos para muchos materialistas recalcitrantes, son
puramente conceptos utópicos, pero no puedo remediarlo… es lo que me sale de
dentro… somos iguales ante la vida. De todo lo demás se puede prescindir, de la
vida no, al menos hasta que llegue el momento de cambiar de frecuencia y quién
sabe, quizá, el fin de toda esta aventura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario