Rivalidad cero, competitividad
menos dos. Son dos parámetros de la acción que no comparto con muchas personas,
que confunden la falta de rivalidad y competitividad con no progreso. Como si
solo fuera posible el avance cuando ambos están presentes.
Cuando un investigador, hace su
trabajo, sin correr en el tiempo, sin tener en cuenta a otros investigadores,
en el sentido de tratar de descubrir antes que los demás, ¿no tiene opciones al
descubrimiento?
Un asunto diferente es tener
conocimiento de los estudios de los demás, para completar sus propios
conocimientos, y entre todos descubrir un avance tecnológico, médico, químico,
etc. Pues aunque en un acontecimiento casual, o en una concatenación de hechos se
manifieste lo que se busca o lo imprevisto; su autor no es el inventor porque
esa persona es en sí otras muchas de las que aprendió, y es también otras
muchas con las que trabajó, y de todas adquirió algo para llegar a ser quien es
en este momento.
Nadie es solo él en lo más
profundo de su mente, ni tan siquiera en la vida que es. Siempre somos retazos
de modos, ideas, pensamientos, creencias, experiencias, vivencias, miedos,
etc., aprendidos y compartidos. Lo neto es el niño que somos, el ordenador con
el disco sin software, la energía de vida que somos.
¿Por qué rivalizar, por qué
competir?, ¿quiénes nos obligan a funcionar de este modo?, ¿Por qué nos engañan
con esta creencia?, detrás de esta proclama existen intereses a los cuales les
importa muy poco nuestra salud, nuestro bienestar en todos los sentidos,
nuestro desatino.
Hay que amar la acción, nuestro
trabajo, hay que colaborar para crear el mejor clima posible. Hay que amar a
las personas, a los compañeros, hay que desear hacer el mejor trabajo posible,
querer dar el mejor servicio posible, ofrecer los productos de mucha calidad,
hay que alegrarse de dar lo mejor porque así hacemos felices a los
consumidores. Tenemos que sentir interiormente la alegría que les va a producir,
a nuestros clientes, la satisfacción de tener y usar nuestros productos bien
acabados, con materiales de calidad, sin haber metido pensamientos roñosos como
los de hay que fabricar para un uso limitado, y cosas así.
No hay que competir, solo hay que
tener la intención constante y manifiesta de querer ser mejor, que no el mejor,
aunque este extremo pudiera llegar sin buscarlo, que sería lo más bonito. La
calidad, la actitud y la aptitud te pueden ascender a la cima sin que este
hubiera sido el propósito. Las cosas buenas suceden, y si el proceso fue
esmerado, hubo entrega y mucha ilusión de dar lo mejor en todos los sentidos,
es normal que la vida te premie tu labor.
Y todavía no he nombrado el
dinero sino que he hablado de otras cosas mucho más hermosas, que no tienen
precio, que llenan de satisfacción y que los tiempos actuales confunden con la
competitividad, con la obligación de rivalizar. Mediante las técnicas
colectivas engañosas producen stress, mucho stress del que se alimentan las
fabricas para sacar todo el producto de las personas, deshumanizando el sistema
social e imponiendo las reglas del juego del dinero.
Ve a tu ritmo, disfruta de lo que
haces, llega a amar lo que haces, estudia la materia, ama ser un profesional de
lo que haces, y no olvides que es maravilloso alegrar a los usuarios, a los
clientes, a los conocidos, a los amigos y a los familiares.
Vive alegre, conforme contigo
mismo, y has como el sol que calienta a todos sin discriminar, sin rivalizar,
sin competir. Salen los rayos del sol y se comparten.
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