Estimados señores y señoras,
buenas noches y bienvenidos a un mundo aparte, es mi mundo aparte al que me
retiro a escribir, a reflexionar, dejando correr las letras sobre el papel;
para sentir la satisfacción de comunicar, de transmitir alguna idea, de dejarme
fluir una vez más.
Es una terapia, es un ejercicio
de meditación, es permitir que algo en mí se exprese, que una parte de mí
hable, es una forma de conocerme más, es vivirme en primera persona centrándome
en mí, sintiéndome y acordándome de otros que también se vienen a mi mente.
Unas veces se acercan personas
que en otro tiempo estuvieron en mi vida, que les vivía de frente, que nos tratábamos
a diario, que eran cercanas, y que en algún momento se alejaron por
circunstancias diversas. Muchas veces me acuerdo, y ellos son libres de hacer
lo que mejor les convenga, acercarse o mantenerse en la distancia. Yo estoy
aquí, les espero algún día, tal vez sea un día en el que se vean viviendo momentos
difíciles, que sepan que estoy aquí y quisiera animarles, ayudarles si me fuera
posible.
La mente juega sus pensamientos,
los baraja, y los muestra como si estuviera jugando una partida de cartas,
apuesta, farolea, trata de engañarte, y cuando menos te lo espera lanza las
cartas sobre la mesa, tratando de poner fin a la partida, queriendo mostrar que
ostenta el poder. Siempre está rivalizando si no eres lo suficientemente
estable, quiere ganar cada mano, pero el centro somos nosotros, los jefes somos
nosotros, los ritmos los marcamos nosotros.
Debe ser nuestro el control,
debemos lanzar el grito: “aquí mando yo” y sentir los pies bien asentados en el
suelo, sabiendo lo que hacemos, sabiendo por qué lo hacemos. No debemos estar a
merced de la mente, sino que ella debe estar a nuestro servicio y utilizarla
cuando a nosotros nos convenga y nos sea precisa.
En estos días que suceden tantas
cosas “raras” en el medio público, hay personas que se indignan, y muchas que
ya han traspasado los límites de la indignación, para mostrarse verdaderamente
cabreadas. Su mente se apodera con facilidad del timón y hace que se digan, se
piensen o se deseen todo tipo de males contra los supuestos infractores, pues
hasta en estas condiciones tenemos la obligación de tener la elegancia de
mostrarnos centrados, reposados y opinar sin el uso del insulto. Sin proferir
exabruptos, decir lo que pensamos que puede ser algo muy gordo, pero aplicando
el respeto y la educación, sería preferible, y hablaría mucho de nosotros.
Sé que es tan difícil, y que a
veces se nos escapan las mejores ocasiones para ejercitarnos, porque en algunas
situaciones nos sentimos muy perjudicados, pero aún así, debemos decir lo que queremos
decir tratando de no insultar. Sería recomendable por unas relaciones más
evolucionadas, yo así lo entiendo y tal vez me esté equivocando al manifestarlo
abiertamente. Si es así espero que ustedes me sepan disculpar.
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