Los españoles estamos preocupados
por el futuro, no hay trabajo, no hay tejido empresarial, no hay seguridad de
que se puedan cobrar las pensiones, estamos endeudados como país, y lo peor
para mí es que estamos alcanzando por un lado un estado de indignación que
pudiera desembocar en acciones violentas, y por otro lado nos estamos
sumergiendo, al mismo tiempo, en una apatía negativa generalizada.
Este cóctel no me satisface en
absoluto, como creo tampoco satisfará al resto de la población. No es lo más
propicio tener un horizonte oscuro, casi negro enfrente, mas cuando hace tan
solo tres o cuatro años iba la economía tan bien. No nos explicamos cómo se ha
creado una crisis tan voraz, que se lo ha tragado todo, y en especial como
sabemos, todos los interesados han aprovechado para desprendernos de los
derechos y valores conseguidos durante años.
Los jóvenes estudian para tener
que emigrar, están abocados a irse de su país a Dios sabe dónde, con la
intención de buscarse la vida. En ello no hay, en sí, nada terrorífico sino que
la educación le cuesta un dinero al Estado español, para que los beneficios de
esa formación la aprovechen en el extranjero.
Peor aún, si esos jóvenes
formados colaboran en productos que tendremos que importar, cuando podían haber
sido descubiertos aquí. Estamos dejando ir al tren de las oportunidades, a la
base de nuestro futuro, a la fuerza de nuestro progreso industrial,
empresarial, sanitario, educativo, etc. ¿Con qué nos quedamos para afrontar el
futuro?
¿Qué estamos haciendo, dando los primeros
pasos para construir un país pobre?, y un país pobre quién lo quiere, un país
así es una chatarra cósmica con movimiento de traslación y rotación, porque
está incluido en el planeta, pero poco más.
Tenemos que ser más ambiciosos en
el buen sentido de la palabra, tenemos que querer ser un país prospero, lo más
autosuficiente posible, ser equilibrados entre la cantidad de población activa
en edad de trabajar y puestos de trabajo hábiles para que puedan trabajar. Solo
de esta forma se podrá activar el motor del consumo y por tanto de la
producción.
Nos falta equilibrio, y aunque
los mercados, los rostros ocultos, estén imprimiendo un ritmo bestial al asunto
para que los países no puedan pararse a reaccionar; deberíamos parar un poco, que
esto no va a significar que vamos a perder el tren de nada, en todo caso nos
apearemos del tren de la ruina, que es lo que significa este tren.
Los rostros ocultos querrán lo
que sea bueno para ellos, pero nosotros como país tenemos que saber qué
queremos para nosotros, qué es lo mejor para nosotros, para nuestro futuro y
nuestro progreso inmediato, y aplicarlo. Tenemos que dejar de saltar a la comba
con Europa y con los rostros ocultos, y atender nuestras necesidades; claro que
para ello hace falta tener unas directrices proyectadas, y no se si las habrá
al margen de las dictadas por Europa y los rostros ocultos.
No digo que salgamos de la unión
europea, sino que tengamos personalidad propia dentro del conjunto.
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