Tengo una familia francesa, que
me viene dada por mi mujer, y de la que me siento muy orgulloso. Hemos viajado
en un par de ocasiones a Francia y nos habéis acogido maravillosamente, cada
persona que he conocido me ha parecido tan cariñosa y hospitalaria, que no
podría sentirme mejor y más satisfecho.
Son los Mirmand, que hace ya
tiempo se perdió la letra d en España, el viaje le costó esa letra. De esta
manera mi suegra, mi mujer, mis cuñados, los primos de ellos, todos se
apellidan Mirman, pero lo que importa es su sangre, lo que llevan dentro, su
capacidad de amar, de ser personas cariñosas, prudentes y respetuosas.
En Sevilla recibimos,
últimamente, la visita durante una semana, aproximadamente, de Fanny y Arnaud,
pero anteriormente vinieron Gennevieve, Alain y sus hijas: Camille y Clemance;
aunque Camille ya pasó un mes de verano con nosotros. Hace unos años Aurore y
su marido vinieron a casa de mis suegros. Jean Luc y Nicole, así como Corinne y
Carole también han pasado por Sevilla y tenemos un gran recuerdo de todos.
Recordamos también a Pierrot a su
mujer e hijos, todos ellos trabajando en su hotel du Commerce, en la población
La Canourgue. También recuerdo el paseo hasta el campo de trufas de Pierrot, la
caminata hacia la ermita de Saint Frezal, el agua bajando por cada una de las
calles de La Canourgue. Guardo una sensación muy grata de las mañanas frescas,
en las que me levantaba muy temprano y andaba por todas las calles haciendo
fotografías.
Estuvimos en casa de Lily y
Lucien, el artista de los tapices, recuerdo su casa en el campo, la comida tan
fabulosa que nos prepararon, recuerdo a Francois, el músico. También me acuerdo
de la barbacoa que improvisaron Pierrot y Francois.
Otros días los pasamos en la casa
que nos dejó Jean Luc, en Compeyre, una población pequeña, que igualmente anduve
en todas las direcciones mientras hacia fotografías, sus calles empinadas y
tranquilas, todo era de lo más rústico y encantador. Tras estos días, y como éramos
muchos nos repartimos, yendo unos pocos con Gennevieve y Alain a dormir a Segre,
el pueblo de dónde partió el abuelo Mario. Otros fuimos a dormir a casa del
afable y encantador Jean en Laval, donde celebramos una comida estupenda con
todos los miembros de la familia que pudieron asistir: Dominique, su marido
Pascale y sus hijas; Claude, Cathy y su marido Guí, así como sus hijos. Perdón
si me olvido de nombrar a alguien pues no es mi intención.
El resto de los días visitamos
St. Enimie, que si no recuerdo mal era un poblado medieval. Y otro de los días
fuimos a La Malene, visitamos la carnicería de Cathy, que por cierto nos regaló
unos patés exquisitos, productos made in France de calidad. Y ya que estábamos allí
aprovechamos para hacer una travesía, en piraguas, por las Gorges Du Tarn, e
incluso nos atrevimos a bañarnos en aquellas aguas frías, después un picnic en
la orilla, que resultó formidable.
Por último, y tras haberlo pasado
tan bien, no se me olvida, aún hoy puedo recordar la despedida delante de la
casa de Jean, en Laval, que fue muy sobrecogedora, nos costaba decirnos adiós,
y muchos rompimos a llorar. Fue un gesto que vivimos en lo más profundo, porque
sabíamos que nos íbamos a dejar de ver un tiempo, que íbamos a dejar de oírnos,
de abrazarnos, y aquel momento resultó bastante desgarrador.
Ahora los momentos son
complicados por aquí, y esto nos dificulta poder viajar, pero siempre estáis
con nosotros, y cuando se reúnan las condiciones adecuadas, no dudaremos en
haceros una visita, que espero pueda ser pronto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario