No es por polemizar y mucho menos
por criticar, no quiero entrar en esos extremos, pero si reflexiono teniendo en
cuenta que hay un partido político, que lo hace con mayoría absoluta y nos
persiguen las sombras de las gestiones dudosas, oscuras, etc., tildando a la
ley de vieja, obsoleta y permisiva; será que a los que gobiernan con el poder
de la mayoría absoluta para poder sacar adelante las leyes que se propusieran,
no lo hacen.
Si no lo hacen, con la que está cayendo
en el país, es que a ellos les sirven las leyes tal como se implantaron hace un
chaparrón de años. Lo que quiere decir, que no es de su interés corregir la
situación, para no castigar a los que hasta el momento sacaron provecho.
Por otro lado observamos el
inmovilismo del bipartidismo que reina en el parlamento español, entiendo que
ambos lo dan por bueno para no remover porque son conocedores de que saldrían
salpicados. Uno critica al otro, pero cuando estuvo en el poder tampoco cambió
la legislación favorecedora de la corrupción.
Ahora presentan dos estrategias
diferentes pero acordes con lo que necesitan completar o mejorar, pero no para
la población sino en la persecución del voto cuando lleguen los próximos comicios.
Uno se jacta en cada comparecencia de tratar de difundir confianza, que
compense el mayúsculo descredito que ellos solitos se han creado. El otro también
está pesadito con la interminable y necesaria reforma interna, así como la cínica
posición que han adoptado, propugnando que donde deben estar es al lado de los
más necesitados, que esa es su razón política. Pero ambos están desfasados y se
han dado cuenta demasiado tarde, pues el daño ya está hecho.
Los ciudadanos hemos perdido la
confianza tanto en unos como en otros, y
la política adolece de savia nueva, de atrevimiento, de proposiciones
democráticas, de ejemplos morales y por supuesto, la política actual, carece de
respeto hacia el ciudadano.
Hacen falta legisladores
honestos, buscadores del bienestar público y que vayan por delante, dando
ejemplo cuando se trate de adoptar medidas que vayan a afectar a los
ciudadanos. Hacen falta personas, que amen a las personas, que todo cuanto
hagan lo hagan sin estar sujetos al poder económico, porque les hagan saber a
ese cáncer que las personas van por delante de sus negocios, de su presión, y
de su malvado juego.
Hace falta un sistema político
valiente y de gobierno diferente, donde nos demos cuenta que la diversidad es
enriquecedora, desde el punto de vista de la aportación de cada uno, de la
innovación, pero no ha de ser una trinchera de ideas que hay que defender a
muerte contra las ideas de los demás. No se si se entiende, que los colores son
buenos para mezclarlos y lograr nuevas tonalidades, pero no para imponer unos
sobre otros, ni para pelear por el predominio de unos sobre otros.
Mi modelo político, el que
posibilitaría hacer política por cuanto que para llevar ideas adelante habría
que consensuar, sería participando, tan solo un representante de cada partido
de todos los existentes legalmente en España, en cada acto parlamentario.
Cuando se vaya a tratar un tema
económico, irá un experto del tema de cada partido, si el tema a debatir afecta
a la sanidad irá un experto sanitario, y así sucesivamente. Tal experto lleva a
debatir una propuesta consensuada en su partido, y por supuesto por sobre ella
prevalecerá un consenso que surgiera del debate en el parlamento, y que fuera
más beneficioso para la población. Así de rotundo, sin mirar si le gustarán a
los bancos, a la casa real, al G-20, al grupo Bilderberg, etc.
Necesitamos políticos
comprometidos con los ciudadanos, no con los holdings, no con multinacionales,
no con los intereses de otros países, e inflexibles a los chantajes y a cualquier
otro tipo de corrupción. No porque tengan los políticos que ganar mucho dinero,
sino porque tengan catadura moral, integridad, honestidad, respeto y amor a la
gente.
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