Cuando pasen unos años veremos
los resultados de las medidas financieras y laborales, que se han tomado en
este país llamado España. De momento, se ha conseguido entrever los agujeros de
la banca, y como se le ha inyectado capital en varias ocasiones llegando a
montantes desorbitantes. Claro está, que si la banca mostraba tales desaguisados
es porque quienes tenían que velar por la buena salud financiera, no cumplieron
con su cometido, miraron hacia otro lado, o tal vez coparticiparon de la
distracción de capital que supuso este desastre.
Otra consecuencia de las medidas
adoptadas es el continuo cierre de empresas, la acelerada y desenfrenada cifra
de desempleados, el cierre de la banca a dar créditos a los empresarios y
ciudadanos, el ralentí que sufre el consumo, los abusos que suponen los desahucios
en los que te quitan tu vivienda y sigues debiéndole el total, o más cantidad,
de la que suponía el crédito hipotecario original. La pobreza que comienzan a
padecer muchos sectores de la población, la pérdida de todos los derechos
adquiridos durante años de esfuerzo y negociación entre trabajadores y
empresarios, todo se ha ido de paseo. Estamos como en tiempos cercanos a los
años 50 ó 60.
Lo que han hecho con este pueblo
es un atentado sin armas, sin bombas, pero igualmente macabro. Es atentar
contra los derechos y el bienestar de un pueblo, que se ha levantado cada día
para ir a sus trabajos, para cumplir con sus obligaciones tanto laborales como
familiares, y cuando ha adquirido un nivel respetable de bienestar se lo han
arrebatado con frialdad, sin misericordia ninguna, sin corazón alguno. En
nombre del dinero, por la fuerza de los poderes ocultos, haciendo a los menos
pudientes aún más pobres, eliminando la clase media que era la que llevaba el
mayor peso del consumo del país, y haciendo a los ricos cada día más rico.
Ahora no hay tribunales que
condenen esta forma de segar los derechos de una población, que nos vemos
abocados a hocicar, a tragar por lo que han dictado unos pocos, sin ni tan
siquiera someter, esta implantación por la fuerza, a referéndum. Cuándo vamos a
contar para el gobierno, cuándo nos van a defender los tribunales, cuándo van a
condenar a estos delincuentes, a estos saboteadores, a estos criminales. Ellos,
los que lo proyectan, los que lo apoyan, los que dictan contra su pueblo, y
todos aquellos que teniendo poder suficiente para evitarlo, miran hacia otro
lado, conniven con los autores de alguna manera. Todos son culpables, todos son
igualmente delincuentes y asesinos.
Es duro, si muy duro, pero aún es
más duro perderlo todo porque algunos, una minoría se erige en mano dictadora,
para atentar contra los ciudadanos. Además han tenido la osadía de culparnos: “habéis
vivido por encima de vuestras posibilidades”, para descargarse de culpas, para
rebajar la importancia de la mala gestión de sus amiguetes y la de ellos
mismos.
Me sublevo contra gente de esta
calaña, ya me podéis calificar de antisistema como hacéis con todos los que os
dejan en evidencia o piensan diferentes a vosotros. Pero mi sistema contempla a
la gente, en mi sistema lo que más importa es el sentir de los ciudadanos, la alegría
de vivir, y por supuesto, en ningún caso en mi sistema tiene cabida
arrodillarme al poder del dinero, o no atender las peticiones de los
ciudadanos, como ustedes llevan haciendo desde la transición. Con un sistema
que enlaza perfectamente los tres poderes, con unas leyes obsoletas, llenas de
lagunas para dar lugar a la delincuencia de guante blanco, y todo amañado y
amoldado para campear a vuestras anchas. Este sistema, que habéis creado ni lo
queremos, ni nos vale.
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