Pasan los años, el tiempo
transcurre y abandonamos la infancia, esa edad tan llena de ingenuidad, de
transparencia, donde se vive para jugar y reír, para hacer felices a los
mayores, y crear en ellos la tan sabida sensación de no haber disfrutado lo
suficiente de los más pequeños; de no haberles dedicado todo el tiempo que hubiéramos
querido. No obstante, el reloj no para, se suceden las estaciones
incansablemente, van y vuelven, se repiten mientras vamos creciendo.
Inevitablemente entramos en la
adolescencia y nuestros cuerpos cambian, nuestras mentes también, nos van
gustando otras cosas, despertamos al amor, buscamos al sexo contrario, nos
sentimos atraídos por la belleza exterior de las otras personas, adquirimos
ciertos hábitos. Nos acercamos al final de una etapa como estudiante en los
institutos, y nos hallamos a las puertas de un nuevo reto, definir qué queremos
hacer en el futuro, si vamos a abordar estudios universitarios, y cosas así.
Aún vamos más allá, siguen sucediéndose
los años y hemos creado una familia, vienen los niños, estos se han convertido
en el centro de nuestras vidas, son lo más importante, vivimos por ellos, para
ellos, por su bienestar, y esto se convierte en nuestra satisfacción. Los hijos
nos hacen mayores, como se dice coloquialmente, y es esta una realidad porque
la vida sigue, el tic tac del reloj continúa su marcha y nos presentamos ante
la barrera de los 40 años, un trauma para algunos que pareciesen negarse a
cumplirlos, y no pasa nada. ¿Recordáis cuando veíamos a nuestros padres, a sus
amigos, y nos parecía que aquella edad estaba tan lejos?, ahora tenemos la impresión
de que esa edad ha llegado en un pispas.
Pasar aquella barrera es mal
aceptada por algunas personas, que se niegan a envejecer a pesar de ser una etapa
de la vida muy bella, en la que las personas viven más relajadamente, se tiene
mayor experiencia, se ha aprendido de lo bueno y de lo malo, nos hacemos más conscientes.
Ya se ha subido la pendiente de la vida, y se comienza a descender por el lado
contrario, pero esto es hermoso y por tanto resulta absurdo luchar en su
contra. Es más acertado aceptar y vivir con complacencia, no conozco una forma
mejor de acercarse a nuestro mundo interior, para crecer y desarrollar valores
como el amor, la comprensión, la tolerancia y todo aquello que nos haga
felices, y que al mismo tiempo haga felices a los demás.
Por último y puesto que el final
está más próximo, vivimos la senectud, la tercera edad, la edad dorada, la
vuelta a ser niños, y de nuevo el dolor que sentimos ahora por lo injusto que
somos con aquellos que tanto nos han dado, los que tanto han sufrido por nosotros, y que siempre
estaban allí cuando les necesitábamos. Hoy no le devolvemos a nuestros mayores
todo ese amor, ¡que injusto!, la sociedad no reconoce el valor de nuestros
mayores, desestima su sabiduría, al contrario de lo que hacen las tribus indígenas;
por el contrario se les arrincona como si estorbaran, se les hace creer que ya
no sirven, y los hijos se pelean pero por no hacerse cargo de ellos.
Se comienza a hablar de la
residencia como única salida al enfrentamiento familiar, que acompaña estas
situaciones de trifurca porque nadie quiere sacrificar su libertad para ayudar
y atender a los que, tal vez, vivieron una vida difícil privados de su propia
libertad por atender sus responsabilidades y criarnos.
Ser mayor, definitivamente, es el
fin y a su vez el principio del final, porque no nos engañemos, nuestro tono
vital ya no es lo que era, ni nuestras funciones corporales van tan bien como
antes, hay achaques y muchos pierden el interés por seguir viviendo. Pero aún
se vive para sentir la alegría de ser visitado por los hijos, de volver a ver a
los nietos que parecieran le aportan soplos frescos de vida. Se contentan con
tan poco y se merecen tanto.
Si te sientes mayor alégrate de
contarlo, otros lamentablemente partieron sin poder envejecer, así que
aprovecha tu tiempo, comparte cuanto puedas, disfruta de lo que tienes ahora,
de los que tienes cerca, ayuda a los que te necesitan ofreciendo tu sabiduría,
acepta este momento y ama a todos. No hay más.
Dedicado a mi Lola.
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