Vivimos en unos tiempos en los
que, debido al reparto de tierras desde la antigüedad, se tachan de extranjeros
a aquellos que entran en territorio distinto al de su nacimiento, o al de
residencia habitual. Para mí esto es un grave error para la condición de
libertad de la humanidad.
Por qué los hombres tuvieron que repartirse las tierras, tuvieron
que levantar fronteras entre los territorios. Cuál es el sentido de las
nacionalidades que lleva a la defensa de los territorios, a las diferencias y a
la beligerancia.
Qué sentido tienen las guerras,
los gastos en armamentos, por qué el hombre se vuelve cruel contra sus semejantes.
Cuál es el precio de la vida para los que se dedican a la estrategia de la
guerra.
Llevamos años hablando de
inmigración, en sentido positivo cuando han ayudado a las cotizaciones a la
seguridad social, y en sentido negativo cuando se ha interpretado que les
quitaban los puestos de trabajo a los españoles. Ahora, se acrecientan las críticas
contra este colectivo con la situación de crisis, se les priva de la sanidad y
se dirigen los ataques contra ellos. Personas que son del mundo, como nosotros,
que vienen a buscar una mejora económica y social porque en sus países,
generalmente más pobres, no pueden vivir en condiciones dignas.
Todos somos ciudadanos del mundo
y deberíamos tener la libertad de transitar por el mismo, sin autorización de
los países, sin barreras, sin controles, sin trabas administrativas y
burocráticas. El hombre, el ser, es el centro, no las instituciones creadas por
los hombres con intereses definidos, y de los que se han valido para oprimir,
para imponer su voluntad al resto de los ciudadanos. Aunque también para dar
servicios en un reparto desigual, como podemos apreciar cada día en los medios
de comunicación, en los programas de investigación periodística, noticias, etc.
Con dinero se compra todo:
libertad, contratos, voluntades, residencia, vulnerabilidad de las leyes, etc.
Sin embargo, para los que menos tienen el mundo capitalista se les pone
enfrente, y constituye un puerto de montaña. El machaqueo siempre contra los
más débiles, y aquí tengo que integrar a los venidos de otras zonas de la
Tierra. Que no son inmigrantes, ni ilegales, ni sin papeles como se las venido
en llamar; son personas del mundo como usted y como yo. Nuestro compromiso ha
de ser darles un trato desde el corazón, de ayuda, de acogida, de amor en
definitiva.
Hay mucho egoísmo y racismo en cubierto,
envuelto en explicaciones de todo tipo, pero piénsenlo, siempre están expresando:
“primero los de aquí, el trabajo ha de ser para nosotros”, y creo que el
trabajo ha de ser para el que lo encuentre, para el que reúna las actitudes y
aptitudes necesarias para la tarea requerida, y muy importante, con el mismo
salario y no como se viene haciendo, pagando menos por ser “inmigrante”. El
trabajo a realizar tiene la categoría que tiene, y tiene el salario que tiene,
¿por qué se hacen estas cosas?, ¿es culpable el “inmigrante”, o lo es el
empresario, que juega a esto?
O se amplía nuestra visión y
dejamos de filtrarlo todo egoístamente con la cabeza, o la humanidad no
alcanzará su condición natural y esencial. El paraíso existe dentro de cada uno
de nosotros y nos lo estamos perdiendo, mientras tratamos de inventar placeres
externos para suplir las carencias de nuestra sordera y ceguera que nos impiden
vivir desde el gozo interno que todos somos, que se rebelará apenas les
prestemos atención.
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