Aprovechando que hay una
repetición de ambientes, me refiero a que tenemos momentos en los que se va la
luz, y momentos en los que las calles se vuelven a bañar con la luz del sol, el
hombre inventa un aparato de ruedecillas, que engranan entre sí, dando como
resultado y por conveniencia, que el día es de 24 horas. Igual podrían haber
convenido que el día era de 30 horas, o de 15 horas, depende del número de
dientes de los engranajes, me imagino.
Con esta simpleza lo que vengo a
decir es que nuestras vidas se han cimentado sobre cantidad de conceptos
imaginados por alguien, y tomados por convenio como validos para todos. Tal vez
ante la falta de conocimientos suficientes, o por necesidades creadas que en el
caso del reloj pudo ser poner de acuerdo a la gente para la llegada de la
diligencia, o cuando hay que entrar a picar en la mina, me imagino.
¿Y cómo se le pasa a alguien por la cabeza hacer
un artilugio para cuantificar el tiempo? Esto viene desde la antigüedad, donde
parece que trataban de llevar un cierto control con los relojes solares, ya
saben un palito que arrojaba una sombra dependiendo de la situación del sol. Me
imagino que en días nublados, “se les paraba el reloj”, bromas a parte. Parece
que los chinos, egipcios e incas ya los usaban.
Los romanos encendían velas y les
hacían marcas para tener una noción de cómo transcurría el tiempo durante la
noche. Posteriormente aparecieron los relojes de arena, dos conos de vidrio
unidos por sus partes más estrechas, relleno uno de ellos de arena y que vertía
poco a poco su contenido en el otro cono. Si se le daba la vuelta, hacia lo
propio en el cono contrario. Los ha habido cuyo contenido era agua en lugar de
arena.
A partir de estos y conforme el
hombre fue capaz de obtener engranajes, muelles, etc. Se inventaron aparatos
medidores del tiempo convenido, cada vez más sofisticados y complejos. Y como
no es mi deseo hacer una historia de la relojería, lo dejamos aquí.
A mi me llama la atención esa
necesidad de tener que cuantificar el día, la sucesión de ambientes con luz y
sin ella, que da lugar a esta inquietud. Y sobre todo, como en este aspecto
toda la humanidad acepta unos convenios, que se implantan mundialmente, se
acuerdan, y llegamos a vivir según esa relatividad.
Siendo relativo o una mentira
aproximada, no podemos vivir en el mundo moderno sin esta cuantificación del
tiempo. Hay horarios para todo, nuestra vida la comanda el reloj, nos tenemos
que levantar a una hora determinada, se entra a trabajar a una hora, se
acuerdan citas a ciertas horas, todo sucede en momentos previstos, acordados.
Así casi cualquier actividad de las que hacemos uso regularmente, me atrevo a
decir: diariamente.
Todo esto sucede cuando como
ustedes saben solo existe este momento, el de antes se esfumó, ya no existe,
solo es un recuerdo. El futuro tal vez sea o tal vez no, ¿no creen? Sin embargo
hemos sustituido la funcionalidad de nuestro reloj biológico, el que predispone
a nuestro cuerpo a comenzar la tarea porque ya amaneció, o que ralentiza las
funciones porque llegó el ocaso del día.
El hombre ignora lo más
importante al haberse centrado en el dinero, y se sirve del tiempo para marcar
los horarios de su conveniencia ignorando nuestro reloj biológico, los momentos
para actividad y los de descanso. Uno de los ejemplos más comunes son los turnos
de trabajo en las empresas, muy especialmente los nocturnos, contrarios
totalmente a nuestro reloj biológico.
Al final entiendo al reloj como
un invento de control para la humanidad y de la humanidad. Nos servimos de él y
colabora a que existan esas situaciones en las que otros lo vieron necesario
para servirse de otros, para que otros estuvieran obligados, pues conociendo la
ambición del hombre y con la facilidad que algunos caen en los abusos, la falta
de ética e incluso de moralidad en sus actos, no me quedo sorprendido de que lo
que fue, en los principios, una distracción de ver como en unos momentos del
día se alargaba más o menos la sombra, o daba la misma más a la derecha o a la
izquierda del palito; llegaran los “listos de turno” para buscar el beneficio
del tiempo. Posteriormente se acuño la frase: “El tiempo es oro”, ¿por qué se
dice?
Lo positivo del reloj es que
podemos fijar el momento de encuentro entre dos personas para el asunto de que
se trate. El reloj nos da la oportunidad, si marcha bien y no se le acabó la
pila, de llegar a tiempo a los sitios.
Un abrazo para todos, que cada
cual lo reciba a la hora que más le convenga.
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